
Cuando en el origen de esta larga crisis que arrastramos no hemos dejado de escuchar que uno de los factores fundamentales de la misma fue el haber vivido "por encima de nuestras posibilidades", sorprende el bombardeo actual de mensajes que invitan a volver a recuperar el hábito del consumo -dejando de lado precauciones y miedos- como herramienta primordial para consolidar la incipiente recuperación económica. En esta situación, prácticas antes largamente recomendadas como la del consumo responsable, ¿son ahora el enemigo que impide el resurgir y que nos sitúa a los pies de la temida deflación?
Educar a los ciudadanos en temas como el de consumir menos y tratar de hacerlo de la manera más sostenible y solidaria posible era una batalla tan necesaria como poco menos que perdida en los años de bonanza económica y desenfreno en cuanto al gasto de las familias se refiere.
Más tarde, ya en plena crisis, esa batalla perdida se fue transformando en tendencia, más por pura necesidad que por convencimiento, llegando la época dorada de la economía colaborativa (o social), del reciclaje, del no malgastar recursos en elementos que no son estrictamente necesarios.
En la actualidad, con muchas de esas propuestas -y de ese pensamiento- responsables ya maduras, en funcionamiento y con un número creciente de fieles convencidos, son distintos y numerosos los frentes desde los que pretenden que se las vean como sospechosas de, por ejemplo, tener buena parte de culpa de que el consumo no ejerza todavía como esperado motor de consolidación de la recuperación económica.
Posturas encontradas: ¿a quién creer?
El argumento para la sospecha es ampliamente conocido: el bajo nivel de consumo imposibilita que suban las ventas, lo cual disuade a los empresarios de invertir al no poder elevar una producción para la que no tendrán salida, a su vez, una baja producción implica no poder crear empleo; la recuperación, pues, se aplaza 'ad eternum'.
Sin embargo, al rescate del consumidor responsable llegan voces que califican de cortoplacista y, desde luego, nada deseable, esa reactivación alegre del consumo, y que ponen en valor la importancia del ahorro. Son voces que ven en la urgencia de los políticos de consolidar la incipiente recuperación económica la proliferación ahora de este tipo de argumentos simples, que hacen recaer toda esperanza de futuro sobre el consumo, dejando de lado la importancia del ahorro, de la educación, de los modelos alternativos de estructuras; en definitiva, de todo lo que pudiera apuntar hacia la consecución de una más que deseable tasa de crecimiento sostenido.
Entonces, ¿cómo deberíamos actuar en la situación económica actual? En el aristotélico "justo medio" podría estar la respuesta.