El jefe de Estado de Zimbabue, Robert Mugabe, esperaba la confirmación de su victoria como único candidato de las elecciones presidenciales del viernes, mientras el régimen preparaba ya su investidura indiferente al anuncio de nuevas sanciones estadounidenses.
Aunque inicialmente la Comisión Electoral de Zimbabue (ZEC) dijo a la AFP que el recuento de votos había "terminado", horas más tarde una fuente bajo anonimato de esta instancia dijo que aún faltaba procesar los de algunas áreas remotas y que los resultados se conocerán el domingo hacia las 10H00 (08H00 GMT).
Se trata de la misma Comisión que necesitó cinco semanas para anunciar los resultados de la primera vuelta de las presidenciales del 29 de marzo, que también fueron generales.
Cinco semanas para comunicar que el líder de la oposición Morgan Tsvangirai, de 56 años, aventajaba en casi cinco puntos a Mugabe en la primera vuelta.
Hace unos días Tsvangirai se retiró de la carrera por la presidencia debido a la violencia contra sus partidarios.
Mugabe tenía la intención de prestar juramento el domingo, antes de partir a Egipto para la cumbre de la Unión Africana (UA), anunciaron a la AFP fuentes gubernamentales. "La investidura tendrá lugar mañana", declaró una fuente del entorno del jefe de Estado que pidió permanecer en el anonimato.
El jefe del Estado, quien se considera en el poder por derecho divino, mantuvo contra viento y marea la celebración de la segunda vuelta electoral para conservar cierta apariencia de legitimidad democrática.
El régimen aseguró que la votación había sido "apacible" y el diario estatal The Herald habló de "una participación masiva".
El Movimiento por el Cambio Democrático (MDC) de Tsvangirai considera que no era una elección, sino "una impostura increíble, una farsa", según su portavoz, Nelson Chamisa.
Con anterioridad, Tsvangirai afirmó que era "un ejercicio de intimidación masiva", cuyos resultados no reflejan más que "el miedo" de los votantes. Aunque pidió el boicot de los comicios, recomendó a su gente que no se arriesgara y votara por Mugabe si peligraba su vida.
El ex sindicalista había tirado la toalla tras constatar una "orgía de violencia" desde la derrota del régimen en las elecciones de marzo, que dejaron el control del Parlamento en manos de la oposición.
El viernes Tsvangirai exhortó a la comunidad internacional a rechazar el resultado de la segunda vuelta.
Occidente denunció una "impostura", pero el Consejo de Seguridad de la ONU fue incapaz de ponerse de acuerdo para declarar ilegítimas estas elecciones.
Estados Unidos y sus aliados europeos presionaron para obtener un texto en el que quedara patente que los resultados no podían tener "ni credibilidad ni legitimidad".
El caso es que Sudáfrica, encargada de mediar en la crisis y poco amiga de criticar a su vecino, se opuso.
De resultas de ello, el Consejo de Seguridad se limitó a estimar que "no se reunían las condiciones de una elección libre y justa".
Muy decepcionada, la oposición cargó contra el presidente sudafricano, Thabo Mbeki, por "abandonar a mucha gente en Zimbabue actuando como si protegiera a un Estado paria".
Decidido a no resignarse, el presidente estadounidense, George W. Bush, anunció el sábado nuevas sanciones "contra el gobierno ilegítimo de Zimbabue y aquellos que lo apoyan".
Estados Unidos también "hará presión" para que la ONU reaccione, en particular "con un embargo de armas y prohibición de viaje para los responsables del régimen", dijo.
Washington y la Unión Europea (UE), ya adoptaron sanciones contra Mugabe y su entorno tras su polémica reelección en el 2002.
La UA y la Comunidad de Desarrollo de Africa Austral (SADC), dos bloques que se contentaron con declaraciones vagas, guardaron silencio.
Tsvangirai imploró a los dirigentes africanos que no se amilanaran ante Mugabe, en el poder desde la independencia de la antigua Rodesia del Sur británica en 1980.