
Ha vuelto a pasar. Como siempre que una sacudida demanda su presencia, el presidente no está o se lo toma con calma. Tres días se ha demorado la comparecencia de Mariano Rajoy tras el 9-N, prevista para hoy. El presidente fantasma y la psicofonía de la oposición
También estuvo en ignoto paradero el jefe del Ejecutivo cuando aquel 9 de junio de 2012 el ministro de Economía anunciaba el rescate de la banca española, un hecho que, como el eclipse de los chistes de Eugenio, "no sucede todos los días", o cuando se destapó el caso Bárcenas. Se han producido muchos más eclipses presidenciales, sólo que tienen más frecuencia que los del humorista y que los de la naturaleza.
Frases del Ejecutivo como "están listos todos los mecanismos para suspender la consulta" o "mientras yo sea presidente del Gobierno, la Constitución se cumplirá" y un largo etcétera de expresiones similares son ahora develadoras de la intensidad con la que el jefe del Ejecutivo es capaz de abstraerse ante graves zozobras para el orden constitucional que las urnas le encomendaron preservar, cumplir y hacer cumplir.
¿Algo mejor que hacer?
¿Qué otra cosa mejor que hacer tenía estos días Rajoy que salir al paso del desafío consumado en actos consentidos por su Gabinete? ¿Tiene alguna tarea prioritaria que desplace a un segundo plano una reacción ante la vulneración impune ya no de las leyes, sino de instrucciones de órganos tan solemnes como el Supremo o el Constitucional? ¿Y qué legitimidad tiene ahora para justificar medidas impuestas por una autoridad supranacional como la UE? Quizá podamos hacer una consulta no vinculante sobre la voluntad ciudadana de plegarse o no a los designios europeos y merkelianos.
Sí, sí, hablo del riesgo moral que suscitan estos quiebros. Dando por bueno el permiso para hacer una encuesta sobre el independentismo catalán, y si la voluntad gubernamental era dejar votar -así ha sido, ya que no se han activado los mecanismos "listos" para impedirlo-, ¿a qué venían los mensajes en sentido contrario?, ¿y por qué para esos mensajes sí comparecía y no luego? Debe ser que a explicarnos estos bandazos es a lo que llaman "hacer pedagogía política"...