España

A Fondo | Del ¡váyase señor González! al ¡que se esperen coño!

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La sesión de ayer en el Congreso parecía un revival de otros tiempos, que no por pasados fueron mejores. Un déjà vu, al menos por las frases que sonaban dentro y fuera del Hemiciclo. Desde el ¡váyase señor González! del entonces aspirante Aznar, hasta el castizo ¡coño! de Tejero. Aunque afortunadamente en esta ocasión los protagonistas eran muy distintos y también las circunstancias y el momento.

Las alusiones a González no eran a Felipe, sino a Ignacio, el presidente de la Comunidad de Madrid, que era el centro y la comidilla de las conversaciones en pasillos y de las preguntas de los periodistas a sus señorías. O más que él, su mujer, Lourdes Cavero, también vicepresidenta de la patronal madrileña CEIM, a quien la juez de Estepona ha imputado por un posible delito fiscal y otro de blanqueo.

Y es que, en política, las responsabilidades matrimoniales, como los bienes ante Hacienda, son gananciales, y así lo entendían desde todos los colores de la oposición, cuyos portavoces no perdían oportunidad para exigir explicaciones -los más suaves como Rosa Díez- o para exigir una inmediata dimisión, como hacían Cayo Lara y algunos diputados socialistas, respaldando la petición que hacía fuera de la Cámara, el secretario general en la FSM, Tomás Gómez.

Pero cuentan las lenguas de doble filo, algunas del PP, que a quién mejor le ha venido esta imputación conyugal es a Mariano Rajoy. Porque Ignacio González no entraba en sus planes para repetir en la autonomía madrileña, para la que prefiere a su fiel colaboradora Ana Pastor. Y, ahora resulta que su homónima, Mariana, la jueza Peregrina de Estepona, se lo ha puesto como dicen que se las ponían a Fernando VII en la corte de Bayona.

Y respecto al ¡coño!, pues la expresión es del presidente del Congreso, Jesús Posada, que le tiene afición a la palabra porque ya es la segunda vez que se le escucha. "Esperen ustedes a que termine y luego hagan exclamaciones, coño", dijo mientras hablaba el popular Rafael Hernando y harto de las protestas de la bancada socialista. Pues, eso, un respeto al Parlamento, ¡coño!

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