España

El desempleo crece menos... por la propia inanición laboral

El ritmo de aumento del paro se aplaca, en términos relativos, precisamente por haber llegado a tan elevada cota de desempleo.

El maltrecho mercado de trabajo español sigue generando más paro. La cifra de desempleados registrados en los Servicios Públicos de Empleo Estatal se ha más que duplicado durante la crisis, hasta superar los cinco millones de parados, revelando así el talón de Aquiles de nuestro engranaje laboral y productivo, el mismo punto débil de que adolecíamos en la bonanza, pero que entonces quedaba enmascarado por el dinamismo insuflado en la actividad por la alegría del crédito. Una debilidad que exigía crecimientos del PIB del orden del 2 por ciento para crear empleo, una flaqueza derivada de las rigideces y la estructura marcadamente dual del marco laboral español, que expulsa a los temporales para preservar a los indefinidos y que, si bien se ha limado con las reformas, en ningún caso se puede dar por atajada.

No es fácil para ningún Gobierno presentarse ante la opinión pública con unas cifras de paro tan voluminosas, que reiteradamente ubican a España en el podio europeo del desastre laboral; con más de 5 millones de parados registrados y cerca de 6 millones en el cómputo de la Encuesta de Población Activa; y con una expectativa de que prosiga el aumento del desempleo en tanto no desaparezcan las tasas negativas de la evolución del PIB, como esta misma semana reconocía la secretaria de Estado de Empleo, Engracia Hidalgo.

Para edulcorar la presentación mensual de las desoladoras cifras de paro, y ante la rotunda realidad de que el registro sigue empeorando tanto en número como en duración, el Ejecutivo se ha aferrado a la economía de la décima, a la microcifra, a la observación de las variaciones relativas, y a tratar de que cale el mensaje de que sí que se sigue destruyendo empleo, pero a menor ritmo.

Es un argumento matemáticamente cierto, a la luz de las cifras oficiales, pero con muchas sombras de mecánica económica. Es verdad que se está ralentizando el alza del paro, sí. Pero sigue aumentando. Ni remite el mal, ni revierte el signo de la evolución. Es más, como sucede con otras variables macroeconómicas, traspasados ciertos umbrales cada variación ulterior es menor. Es decir, el ritmo de aumento del paro se aplaca, en términos relativos, precisamente por haber llegado a tan elevada cota de desempleo. Cuando el mercado laboral llega al hueso, es posible esa reducción del ritmo de destrucción, porque ya se ha expulsado a los trabajadores más fácilmente expulsables y hay menos espacio para ajustes marginales.

El paro en los tiempos del ERE

El problema es que ya en 2010 pensamos que se llegaba cerca del suelo en materia laboral y no fue así. El registro ha aumentado desde entonces en 1,11 millones de parados. Y este ejercicio no hay visos de que se detenga la sangría laboral, por más que las tasas muestren una relajación del ritmo de aumento del paro, como si de los rendimientos decrecientes se tratara. Se avecinan despidos masivos en la banca, como consecuencia del redimensionamiento del sector inherente a la reforma financiera. También en el turismo y la construcción prosiguen los ajustes, y muchas empresas habrán de recurrir a los expedientes de regulación de empleo (ERE). Por otra parte, las medidas del Gobierno tendentes a reducir el peso del sector público producirán un tijeretazo que empezará por el personal interino y laboral de las Administraciones y sus entes y organismos dependientes.

Las cuentas de la Seguridad Social

Con todo, la caída de la ocupación amenaza las ya deterioradas cuentas de la Seguridad Social. Y es precisamente desde el punto de vista de la afiliación al Sistema desde donde se detecta otra de las sombras que planean sobre el argumento oficial de relajación paulatina en el deterioro laboral. Porque la cifra de cotizantes -ligeramente por encima de los 16 millones- sigue cayendo y revelando, igual que la evolución de la contratación, la fragilidad del mercado de trabajo español.

Conforme al dictamen de los expertos de Asempleo, "se registran importantes caídas de la afiliación en el comercio, las actividades sanitarias y los servicios sociales, pese a la sorpresa del alza en la afiliación en actividades de las Administraciones Públicas y la moderada caída de cotizantes en actividades financieras, justo cuando es manifiesta la necesidad de seguir ajustando plantillas en ambos ámbitos como consecuencia de los ajustes impuestos respectivamente por la consolidación presupuestaria y la corrección del exceso de capacidad financiera, procesos estos que aún no han concluido". Es decir, que también desde el punto de vista de la ocupación se vislumbra el futuro de más ajustes en el mercado laboral por seguir inconclusa la redimensión del sector público y financiero.

Y en el terreno de la contratación, se constata otro contrapunto a la tesis oficial que trata de infundir esperanza sobre el fin del adelgazamiento del mercado laboral. En el último mes del que se disponen datos, febrero, se registraron caídas intermensuales en la contratación en todas las autonomías, y en términos interanuales, son once las comunidades donde se registran mermas en la formalización de contratos. Es decir, la reforma laboral ha cumplido su primera función de facilitar la flexibilidad y adaptación a la coyuntura vía despido, pero no su misión última: incentivar la contratación descargando al empresario de la losa que suponía la rigidez que impedía ajustar plantillas a la producción.

Además, las previsiones de los expertos recogidos por el consenso de Funcas y las de los organismos internacionales no apuntan a una mejora próxima en la tasa de desempleo. Este índice ya alcanzó el 26,02 por ciento de la población activa española a cierre de 2012, rebasando muchos pronósticos. Lo cual parece indicar que proyecciones en el entorno del 27 por ciento, que son la mayoría, no difieran mucho de la realidad laboral a cierre de año.

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