
Sin control. Esa es la mejor definición que puede darse a la evolución de la deuda pública en los últimos años. Es más, desde hace ocho años ha duplicado su volumen, pasando de 388.701 millones de euros en 2004 -el 46% del PIB- a 774.549 millones de euros -el 72% del PIB-. Hace unos días, la oficina estadística comunitaria, Eurostat, recordaba que aunque nuestro débito público sigue aún por debajo de la media europea, del 88,2%, si consideramos la Eurozona, y del 83,4%, si ampliamos a la UE 27, estamos entre los países que más vertiginosamente han visto aumentar el volumen de este monto. En concreto, en el puesto número dos, sólo adelantados por Portugal. Gráfico: el 'roto' de las cuentas en España
Pero es que a esto puede sumarse otro dato que acrecienta la inquietud sobre el nivel de deuda acumulada por el país en estos momentos. El Banco de España hacía público recientemente que el débito privado, sumado al público, equivalía ya a la astronómica cifra de 3,14 billones de euros, esto es, el 292,8% del PIB. Y es que a la burbuja de deuda generada por las administraciones públicas, da pavor conocer que las empresas no financieras (que no incluyen a los bancos) adeudan 1,42 billones de euros, a lo que se suma el dinero que deben los hogares, 862.163 millones, básicamente vinculados a las hipotecas de las viviendas.
El origen de la escalada
Y ya que de burbujas hablamos, porque en efecto, de esto se trata, de una burbuja inmensa de dinero que se adeuda, ¿cómo hemos llegado a ella? Para responder a esta pregunta hay que referirse, cómo no, a la primera burbuja que conocimos en esta crisis, allá por los años 2007-2008: la inmobiliaria.
Explica un informe -La falacia de los impuestos bajos en España- del Instituto Juan de Mariana que "el inevitable estallido de la burbuja y la recesión económica revelaron lo que había detrás del saldo positivo en las finanzas públicas. En gran medida se debía al crecimiento disparado -por ejemplo, a la explosión de los ingresos impositivos por el boom inmobiliario-, más que a una racionalización de los gastos e ingresos gubernamentales y a una situación de equilibrio estructural en las cuentas. Así quedó patente en 2009, cuando diversos gobiernos europeos, de los que destacan Irlanda, Grecia, España y Reino Unido, sobrepasaron el 10% de déficit público sobre el PIB".
Compara este mismo informe los avatares de las economías española e irlandesa, que han vivido un proceso de auge y recesión similar, en buena parte sustentados sobre los "frágiles cimientos de una burbuja inmobiliaria y financiera", fomentadas, a su vez, por las políticas crediticias y monetarias bajo el liderazgo del Banco Central Europeo. Esto es: tipos bajos, financiación barata, endeudamiento excesivo.
Caída de ingresos
Pero hete aquí que el espejismo se desvaneció. Pinchó la burbuja y todos los ingresos que llevaba aparejada. La OCDE lo documentaba a finales de 2010, en plena primera crisis financiera: España había sufrido la mayor caída de ingresos fiscales de los países desarrollados entre 2007 y 2009. En concreto, el peso de los impuestos respecto al PIB pasó del techo del 37,3% alcanzado en 2007 al 30,7% en 2009, es decir, 6,6 puntos porcentuales menos. Por encima de países como Islandia (6,5 puntos) y Chile (5,8 puntos) y superando la media de descenso en la OCDE, de 1,7 puntos.
IVA, Sociedades, IRPF,... todo el alimento de las cuentas públicas ha ido cayendo drásticamente a medida que la crisis avanzaba. Y no por ello el sector público ha reducido con decisión sus necesidades de refinanciar la deuda. En el primer trimestre de año, según el Banco de España, las necesidades de financiación del conjunto de administraciones se han situado en 14.646 millones, casi un 1% más.
Y esto en un panorama, como apuntábamos, de erosión de ingresos. La recaudación por Sociedades, anotaba hace unos días el Registro de Economistas Asesores Fiscales, ha caído un 63% entre los años 2007 y 2011. En un país de muy pequeñas empresas, el 48% de la recaudación del tributo depende de 673 sociedades con ingresos superiores a 180.000 millones.
Qué decir del IVA. Los datos de ejecución presupuestaria de los cinco primeros meses del año (ver gráfico) muestran también una contracción en el consumo: la recaudación por IVA se mermó más de lo previsto, un 10,1%. Lo dicho: escaso alimento para saciar una deuda galopante que amenaza con devorarnos.