
Rajoy, en realidad, ha tenido un problema: prometió a dos personas la misma responsabilidad. Por eso, deshizo el entuerto reservándose la presidencia de la Comisión Delegada para Asuntos Económicos, que tiene la última palabra en estas cuestiones.
La calma y el ambiente distendido que proporcionan las fechas navideñas se han convertido en aliados perfectos de Mariano Rajoy para dar a conocer su Gabinete y empezar a gobernar.
Las fiestas han propiciado una ausencia de noticias en los mercados internacionales que favorece el tradicional rally navideño de las bolsas. Pero no se engañen. En realidad, se trata de una tregua. O mejor dicho, un falso espejismo, ya que la crisis con mayúsculas se encuentra a la vuelta de la esquina, el año que viene.
La diferencia entre Rajoy y Zapatero es que mientras que el primero se conformó con nombrar una vicepresidenta de segunda, Elena Salgado, el recién investido presidente tuvo que ejercer de equilibrista para administrar el talento de sus aspirantes aministros.
Por lo que ahora se ve, es Rajoy quien llevaba tiempo rondando tanto a Luis de Guindos como a Cristóbal Montoro para que formaran parte de su equipo en lugar de al revés. Al comienzo de la pasada legislatura, el presidente ofreció la portavocía de Economía a De Guindos, quien la rehusó. Luego se dirigió a Montoro, quien también intentó darle calabazas con el mismo argumento: su remuneración en el sector privado -el actual ministro de Hacienda acababa de crear la consultoría Montoro y asociados- era muy superior al sueldo de diputado raso en el Congreso. Rajoy convenció a Montoro para que asumiera la portavocía con la promesa de que si llegaba a presidente, contaría con él para dirigir el área económica de suGobierno.
Por este motivo, parece que el titular de Hacienda y Administraciones Públicas confiaba en que fuera elegido vicepresidente. Pero entretanto, Rajoy adquirió otro compromiso que probablemente Montoro desconocía. Cuando se vio que la crisis no amainaba, sino todo lo contrario, volvió a requerir el compromiso de De Guindos para que formara parte de su primer Gabinete. En esta ocasión, la respuesta fue un sí. El ex secretario de Estado de Economía con Rodrigo Rato dejó su puesto al frente de la división financiera de Pricewaterhouse Coopers.
El 2 de febrero de 2010, pasaba a ocupar la dirección de un centro de estudios hecho a su medida por la firma de consultoría y el Instituto de Empresa (IE). El motivo, jamás reconocido oficialmente, fue no incurrir en incompatibilidades si en el futuro tuviera que ejercer responsabilidades de Gobierno, como así ha ocurrido. Entre las tareas del nuevo titular de Economía figura la reestructuración del sector financiero, labor para la que se ha preparado en los últimos meses. Su trabajo previo como asesor del banco Lehman Brothers para España y Portugal es visto por la prensa internacional como un bagaje que acredita su experiencia en el sector y su credibilidad en el mercado.
Una doble promesa
Rajoy, en realidad, tenía un problema: prometió a dos personas la misma responsabilidad. Por eso, deshizo el entuerto reservándose la presidencia de la Comisión Delegada para Asuntos Económicos, que tiene la última palabra en estas cuestiones. Para completar su control sobre la materia, dará más poder a la Oficina Económica deMoncloa, de manera que coordine ambos Ministerios, además de aportar estudios e informes.
La diferencia está en que la Oficina Económica ejercía un papel asesor del presidente, mientras que en el futuro será más ejecutiva. En el fondo, Rajoy institucionaliza lo que su antecesor hizo de manera arbitraria: tomar las grandes decisiones económicas. Y así nos fue.
Zapatero se dejó asesorar por Miguel Sebastián, en contra de los criterios de Pedro Solbes, lo que le enfrentó al vicepresidente y condujo a su posterior defenestración.
De Guindos mantiene una estrecha relación con José Manuel Soria, el nuevo titular de Industria, mientras que la ministra de Empleo, Fátima Báñez, aunque es independiente, estuvo últimamente a las órdenes de Montoro, a quien profesa gran admiración.
La maldición del dicho castellano
Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón hicieron grabar el lema Tanto monta, monta tanto.. en toda su heráldica para significar que los dos mandaban por igual. La armonía reinante en sus decisiones está en el origen de nuestra nación y permitió consolidar un imperio.
Pero son muchas las ocasiones en la historia en que las bicefalias acaban en tremendas disputas y en fracasos. Sobre el papel, el presidente logró el equilibrio perfecto en su equipo económico, aunque el tiempo dirá si es sostenible. De momento, todos tienen claro que es urgente ponerse a reformar España. Confiando en que así sea, les una Feliz Navidad.