
El candidato se aleja de la línea política del Gobierno y enfoca su campaña a la izquierda. Su objetivo se centra en recuperar al electorado descontento, como el movimiento 15-M.
Ocho meses y diecinueve días es el tiempo que Alfredo Pérez Rubalcaba ha concentrado todo el poder del Ejecutivo. Ayer dio portazo a la vicepresidencia primera, la portavocía del Gobierno y el Ministerio del Interior para ser el hombre fuerte sólo de los socialistas. Un poder más duradero que quiere mantener pasadas las elecciones.
Hoy Rubalcaba será designado candidato por el máximo órgano de su partido, en un acto en el que está previsto que ni siquiera Rodríguez Zapatero le haga sombra. Será el primer Comité Federal en el que el actual presidente no intervendrá desde que tomara el relevo de Joaquín Almunia y en el que se ponga fin a la actual bicefalia de Ferraz.
Zapatero, sabedor de que ha consumido su tiempo político, aplaudirá falsamente a las pinceladas que Rubalcaba anticipe de su programa electoral, con el que indirectamente condenará las políticas impopulares del Gobierno, sobre todo las pro mercado, e intentará diferenciarse de su predecesor. De hecho, Rubalcaba ya lo había dejado claro hace unos días: "Hemos trabajado juntos -refiriéndose a Zapatero-, pero somos distintos, naturalmente. No pienso buscar rupturas artificiales", aunque sí que ha optado por una ruptura ideológica.
Desde que la comisión de Garantías Electorales del PSOE le proclamara líder de forma oficiosa el pasado 18 de junio -tras el 'no' de los barones a las primarias-, el candidato ha asaltado el escenario mediático con propuestas dirigidas al voto de la izquierda. Éste que abandonó al PSOE en los comicios del 22-M y que retornó, en parte, a uno de los que han sido siempre su origen, el partido de Cayo Lara.
Los socialistas, en las primarias de julio del 2000, optaron por la izquierda al elegir a Zapatero frente a José Bono. Y ahora Rubalcaba, a pesar de pertenecer a la vieja guardia, mucho más centrista, ha vuelto a tomar esta vía para recuperar los votos prestados de la izquierda al ser el camino más rápido para evitar un gran desplome en las urnas. Una vez pasados los comicios, algunas miembros del PSOE aseguran que el partido tendrá que refundarse y volver a caminar hacia el centro como la socialdemocracia europea. Mientras, en el corto plazo, el candidato se alza ante el electorado descontento del 15-M con su faceta de profesor resaltada, según venden los carteles electorales, como el hombre que va a "explicar" los cambios que se han hecho en España y sobre todo que inyectará más justicia social.
La banca, la gran culpable
La primera carrera la ha iniciado contra los banqueros, el centro de todas las iras de la acampada de Sol: "Los indignados expresan un malestar con la democracia. No escucharles sería de necios".
Hace exactamente una semana, el 2 de julio, arremetió contra el sector de la banca "por cobrar sus hipotecas a costa de la gente", afirmó. Estas declaraciones rompían la buena relación que había mantenido el Gobierno con los banqueros, con los que el jefe del Ejecutivo llegó a mantener hasta cuatro reuniones públicas desde finales de 2008 e incluso el mismo Rubalcaba, el pasado 3 de junio, calificaba sus bonus de "discretos" frente a los europeos.
A partir de ese momento se convertían en su bandera electoral. "Aunque hubo gente que se metió al límite de sus posibilidades, también hay que preguntarse: ¿por qué les dieron esas hipotecas? ".
Esto sólo era el principio. Quienes se han convertido en sus escuderos -Valeriano Gómez, ministro de Trabajo, y Ramón Jáuregui, de Presidencia- flanquearon la iniciativa y la transformaron en medidas concretas: subidas fiscales a los directivos de la banca. Jáuregui apostaba por trasladar los beneficios de la entidad "al conjunto de los empleados" y denunciaba el escándalo del abanico salarial de las entidades financieras, cuyos directivos ganan "mil veces más" que los trabajadores rasos.
Mientras, Valeriano Gómez extendía el mensaje a todos los empresarios, calificando algunos de sus sueldos de "obscenos". Las retribuciones deberán racionalizarse a través de "la regulación" o con tipos impositivos "más fuertes" en los casos de mayor desigualdad, afirmaba Gómez. Una medida que es una clara "intromisión" del legislador en la actividad privada, como llegó a reconocer Jáuregui. La trayectoria ugetista del ministro de Trabajo ha aportado credibilidad a este giro a la izquierda de Rubalcaba. La prueba está en que sostuvo la pancarta de la huelga general junto a Toxo y Méndez.
Exactamente otro reto del líder socialista son los sindicatos. Ahora, les tiende la mano para atrincherarse contra Mariano Rajoy en la oposición del Ejecutivo, lugar donde le sitúan las encuestas. Por ahora, ya cuenta con el respaldo del más difícil: Comisiones Obreras, cuyo líder anunciaba hace unos días un acercamiento al 15-M. La otra central, UGT, seguirá a su partido sin rechistar y al fin podrá armar jaleo en la calle.
Frente a los globos sonda, la número tres del Gobierno, Elena Salgado, trata de ser el parapeto de la política de Zapatero. La vicepresidenta económica desmintió que el Ejecutivo esté preparando otra remodelación fiscal. No obstante, su empeño fue ensombrecido por unos y por otros. Elena Valenciano, al frente de la coordinación de la campaña de Rubalcaba, aseguró que el debate sobre los impuestos sí que está "en el seno del PSOE" e incluso el propio Zapatero dejó la puerta abierta a un alza tributaria por parte del candidato, que apunta al Impuesto sobre Patrimonio.
La guerra Rubalcaba-Zapatero aún no ha acabado. El candidato debe medirse con el convaleciente presidente para imponer un adelanto electoral que tanto le beneficiaría. Después del verano, los mejores trimestres económicos reflejados en las estadísticas podrían evitar el total desastre del partido de Pablo Iglesias. Algunos medios de comunicación ya han empezado a moverle la silla al presidente, pidiendo elecciones anticipadas, pero Zapatero quiere irse con el deber cumplido y acabar las reformas.
Medidas populares y cercanía
Rubalcaba también ha sabido explotar al máximo su cargo de portavoz del Gobierno y ha usurpado a la vicepresidenta económica, e incluso al presidente, los anuncios que le convenía resaltar para proyectar su perfil presidencial. De este modo, Rodríguez Zapatero no consumió al máximo sus últimos cartuchos en el Debate sobre el Estado de la Nación y guardó los detalles de sus nuevas medidas para permitir que el viernes 1 de julio Rubalcaba se luciera y explicara a los hipotecados que la parte del sueldo inembargable aumenta hasta los 960 euros y que nadie podrá pujar por un piso subastado por menos del 60 por ciento del valor de tasación. Asimismo, ha dado marcha atrás a uno de los remiendos de Moncloa: la disminución de la velocidad máxima en autovías a los 120 km/hora.
También ha hecho suyas propuestas de figuras socialistas como Felipe González. El ex presidente del Gobierno criticó el mal estado financiero de la Sanidad y abogó por crear nuevos impuestos finalistas o presionar más el tabaco y el alcohol. Rubalcaba no dudó en tomar la idea y, unos días después, anunció a bombo y platillo que de los Presupuestos de 2012 desviará 8.000 millones más a las autonomías para mejorar la Sanidad. Lo mismo ocurrió con el consejo del ex presidente de quitar diputaciones. El candidato se ha mostrado a favor de reformarlas para que "sean útiles al pueblo".
En otras palabras, no está perdiendo la oportunidad de acercarse a las glorias del partido, a las que está pidiendo consejo e ideas para elaborar un programa "creíble y ejecutable". "El candidato va a hablar con mucha gente de todas las generaciones", explicó Valenciano.
No sólo trata de absorber las más mediáticas propuestas de la vieja guardia del PSOE, sino que ha dado un giro de 180 grados a algunos emblemas de la política zapaterista, como la Ley Sinde. Aquí también entra en escena su guardia pretoriana.
En este caso, el ministro de Industria, Miguel Sebastián, defendió la eliminación del canon digital, frente a su impulsora, Ángeles González-Sinde, titular de Cultura. El resultado de la implantación de la tasa a los soportes y equipos de reproducción ha sido muy impopular entre los internautas, sobre todo jóvenes. Además si defendía el canon, se acercaba a los que un día fueron fieles de Zapatero, los actores, ahora rociados por una aureola de corrupción a ojos de la sociedad.
Incluso intenta desvincularse de la mala imagen que tiene la clase política, según muestran los resultados de los últimos barómetros del CIS, y ha clamado en distintas ocasiones un cambio de actitud entre los políticos: "Tras un rifirrafe, lo comenté, ¿qué puede pensar un parado al vernos con estas trifulcas?".
Aparte de las elecciones, su atención está puesta en Ferraz. A priori tiene ganada su propia batalla: hacerse con el partido de Pablo Iglesias, donde intenta ser un líder cercano a los afiliados como lo fue Felipe. "Hasta ahora he sido para vosotros Rubalcaba, pero de ahora en adelante quiero ser Alfredo".