España

Análisis: Zapatero, sin pena ni gloria, cumple el guión

El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Foto: Archivo

Rodríguez Zapatero ha cumplido el guión: ha hecho su composición de lugar y ha repasado el estado de las reformas estructurales que arrancaron en 2008 al amparo de la propuesta de economía sostenible, y que ha habido que replantear con renovado énfasis a partir de la consolidación fiscal del año pasado en su triple vertiente. Los ciudadanos: "Zapatero es un muerto viviente"

Reformas del sistema financiero, reformas del marco laboral y reformas de mejora directa de la competitividad; asimismo, el presidente ha planteado su discurso sobre un calendario que prevé el agotamiento de la legislatura.

Su tesis de que nuestro país debe transmitir sensación de normalidad a los mercados, sin concesiones a lo imprevisto, sería probablemente sostenible en circunstancias normales, pero resulta extremadamente complicado defenderla cuando el líder del partido gobernante ya ha anunciado que se retira del primer plano de la política y cuando hace escasas semanas el partido en el poder ha sufrido el peor castigo electoral de toda la ya dilatada etapa democrática.

CiU dice no a los Presupuestos

Con anterioridad al arranque del debate de hoy, Duran Lleida, en un periplo matutino por diversas cadenas de radio, ya ha realizado su composición de lugar: CiU mantiene impertérrita su decisión de no respaldar los presupuestos generales del Estado para 2012 que, en teoría, pretende presentar el Gobierno para lograr su aprobación.

Y considera desacertada la hipótesis del agotamiento de la legislatura. Para los nacionalistas catalanes, el escenario ideal sería el de unas elecciones anticipadas a otoño -octubre o noviembre- y, a poder de ser, el de unas elecciones pactadas, es decir, convocadas mediante un compromiso que incluyera la previa y urgente aprobación de las reformas estructurales todavía en curso.

Los agentes financieros

Lo que en realidad alarmaría a los mercados sería una mudanza rápida del calendario, lo que Ortega llamaba "la subitaneidad del tránsito". Pero si Zapatero, en el curso del debate restante, decidiera pacíficamente, en un rapto de realismo, anunciar las elecciones para otoño, no habría ni incertidumbre ni temor añadido en los agentes financieros que nos contemplan con un sentimiento parecido a la desconfianza: antes al contrario, seguramente pensarían que la racionalidad se ha impuesto ya que es de sentido común no intentar aprobar unos presupuestos públicos que, con una probabilidad muy alta, deberán gestionar otros, diferentes de quienes los habrían redactado.

La intervención de Zapatero ha sido, en líneas generales, la esperada: con suficiente explicitud, ha relatado su propia inmolación, desde aquel 12-M en que aceptó los dictados de Bruselas que desmantelaban su propio programa, hasta la renuncia obligada al liderazgo socialista y la implementación de un catálogo de reformas estructurales, algunas de ellas inobjetables, otras más dudosas, que han de ponernos en la senda de la productividad.

Sucede sin embargo que el presidente del gobierno, en un tono forzosamente testamentario, nos ha dicho lo que ya sabíamos, y es de temer que todo le debate discurra por los derroteros más previsibles. Nadie podrá quejarse luego de que la opinión pública haya pasado olímpicamente de la ceremonia.

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