Dicen que está más quemado que la pipa de un indio y es lógico que lo digan. Cuando llegó al Gobierno había algo más de dos millones de parados y ahora hay más de cuatro. Por eso Celestino Corbacho pasará a la Historia más que como el ministro de Trabajo, como el ministro del paro. El Gobierno propone revisar las ayudas a pymes y bajar el gasto personal en la Administración.
Ha batido todos los récords habidos y por haber del número de desempleados de la Historia de España, aunque no en porcentaje respecto a la población activa, cuya tasa récord la ostenta el vicepresidente Manuel Chaves cuando era el responsable del ramo con el Gobierno de Felipe González.
En realidad, esto ya se sabía cuando aceptó venir a Madrid en abril de 2008 desde su Alcaldía en L'Hospitalet. Recuerdo que, a los pocos días de haber sido nombrado, le pregunté como veía la evolución del desempleo y me contestó: "Yo, como aquel matador de toros cuando le preguntaron como veía el miura que le había caído en suerte y contestó: ¡Cada vez más grande!".
Por tanto, Corbacho era consciente de que Zapatero le traía como el pim, pam, pum del Gobierno, pero aceptó dejar su confortable alcaldía, que ocupaba desde hacia 14 años, por las incomodidades que representaba ser el ministro del desempleo. Su elección y aceptación del cargo estaba íntimamente relacionadas con los equilibrios de poder territorial y político dentro de la llamada familia socialista. Corbacho pertenece al PSC desde 1976, es un hombre del aparato político de los socialistas catalanes y dirigente de confianza de José Montilla. Por tanto, no le quedaba más remedio que aceptar el encargo e intentar salir lo más airoso que pudiese del mismo.
Sin experiencia en el área laboral
En realidad no sabía absolutamente nada de lo que se traía entre manos. Nunca se había dedicado al área laboral y su formación académica es muy escasa. Su experiencia laboral se limita a "profesional de comercio", lo cual no es mucho para hacerse cargo del segundo Departamento en volumen de recursos gestionados. Pero en realidad esto tampoco era importante. El presidente Zapatero, como se ha encargado de decir el ex ministro socialista Carlos Solchaga, no quiere ministros, sino botones. Él es el autentico ministro de Economía, de Exteriores, de Trabajo, de Educación y hasta de Deportes. Por tanto, lo que necesita no son dirigentes con ideas propias sino secretarios que sepan obedecer.
Así lo único que tenía que saber Corbacho cuando llegó al Ministerio era que Zapatero había formado una especie de Gobierno de coalición con los sindicatos y que tenía que llevarse bien con el secretario general de CCOO, Ignacio Fernández Toxo y, sobre todo, con el emblemático dirigente de UGT Candido Méndez. Eso no le costaría ningún trabajo, porque él era un creyente socialista, un militante de izquierda, con unos planteamientos muy básicos y muy pegados al terreno, al igual que los sindicatos.
La salida de la crisis y los de izquierdas
Contra todo pronóstico, en un primer momento a Corbacho las cosas le empezaron a ir bien. Decía lo que la gente quería escuchar: "la salida de la crisis tiene que ser de izquierdas"; "los trabajadores no son los culpables, sino los banqueros"; "que el gobernador del Banco de España se meta en sus cosas y no en la de los demás"; "no habrá recortes sociales"; "no llegaremos a los tres millones de parados"; "la recuperación está cerca" y cosas parecidas...
Metía la pata constantemente por desconocimiento de lo que estaba hablando, pero se le perdonaba todo, al fin y a cabo era un alcalde de izquierdas que ponía buena voluntad. Simplemente utilizaban el ministerio para hacer política partidista, igual que sus antecesores Jesús Caldera (PSOE) y Eduardo Zaplana (PP) y que junto a él pasarán a la Historia de la democracia como los peores ministros de Trabajo. La gran diferencia con Caldera y Zaplana es que mientras ellos "contaban" números de nuevos ocupados, Corbacho lleva dos años contando parados y a lo grande.
Evaluación de la economía
Esta es la razón por lo que en la medida que la crisis se ha ido agravando, su peso político se ha ido devaluando. Pero eso no es todo. Al no saber de lo que habla, las meteduras de pata se han ido agrandando, hasta terminar en enfrentamiento con la vicepresidenta económica Elena Salgado. La más gorda fue cuando evaluó la economía sumergida en torno al 20 por ciento del PIB. Había oído campanas -es cierto que un gran numero de trabajadores parados" se han sumergido- y la Salgado saltó como una pantera, hasta el extremo de hacer público una nota de presa oficial para descalificarle.
Pero más allá de los errores tácticos puntuales, hay una confrontación de fondo. Corbacho se ha posicionado con los sindicatos en contra de cualquier tipo de reforma estructural, sea ésta la laboral, el alargamiento de las pensiones, o el recorte del gasto público. Por el contrario, Elena Salgado se ha visto forzada por los mercados de deuda y por las presiones de su secretario de Estado a presentar una batería de medidas reformistas y ortodoxas. A la ministra se le ha escapado el control del déficit público y necesitar reaccionar para evitar que España termine como Grecia.
Aliado con De la Vega
Este enfrentamiento "lógico" entre Economía y Trabajo ha hecho a su vez que Corbacho se alíe con la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, muy enfrentada a Elena Salgado. Vuelve a ser lo mismo: el choque entre la lógica política máxima en época electoral (elecciones sindicales, catalanas, municipales y autonómicas en menos de un año) y la lógica económica que obliga a hacer reformas y tomar medidas dolorosas a corto plazo.
En este contexto, no parece prudente que tanto Fernández de la Vega como Corbacho estén en el triunvirato creado por Zapatero para negociar la salida de la crisis con el resto de los partidos de la oposición. Esta es la razón por la que se eligió a Elena Salgado, Miguel Sebastián y José Blanco. Los dos primeros saben de economía. Blanco sabe de política y probablemente será la cabeza de lista en las próximas generales en sustitución de Zapatero.
Además, no parece lógico que se mezclen planos de negociación. Corbacho es el responsable de la política de concertación con empresarios y sindicatos. La troika anticrisis tiene como marco de negociación el Parlamento. Por tanto "juntos pero no revueltos". De la Vega, teóricamente, tiene que coordinar las dos mesas por lo que no parece razonable que forme parte de ninguna. Otra cosa distinta es que las coordine mal.
De hecho, uno de los principales fallos que está teniendo el Gobierno de Zapatero son los errores de comunicación y de coordinación. La crisis se está llevando por delante no sólo a Corbacho sino también a De la Vega y a Salgado. La prueba de fuego será próxima la remodelación de Gobierno.