Mario Conde, ex presidente de Banesto, acaba de publicar Memorias de un preso en el que repasa los años de la intervención del banco y su paso por la prisión. En poco tiempo ha vendido tres ediciones. ¿Será el atractivo de la cárcel o los entresijos del poder?
¿Qué va a encontrar el lector en Memorias de un preso?
Hay una descripción de cómo funciona en determinados momentos el poder. Esa mezcla del poder, la libertad, la cárcel. Todos esos ingredientes se unen. En definitiva es un libro que cuenta muchas cosas, todo lo que cuenta es verdad, pero no todo lo que está en el libro es toda la verdad. Incluso hay cosas de esa etapa que, de momento,
no son convenientes contar. No añadirían gran cosa. Quizás en otro momento.
Reconoce en el libro que su ingreso en prisión era cantado
Tuve una entrevista con Felipe González en junio, y allí me dijo que la Fiscalía lo había estudiado y que no había ningún problema por el caso Banesto, pero en octubre se presentó la querella criminal. Sabía que iba a ir a la cárcel. Las reflexiones que hago en el libro son a lo largo de muchos años. Por ejemplo, cuando entras la primera noche en prisión, no tiene que ver con la celda, pero de repente tu mente vuela hacia el pasado y te preguntas por qué estás aquí, qué ha ocurrido.
Cuando te vuelven a meter la segunda vez, pues lo mismo.
De vez en cuando lo cuento, y es verdad, como sabía que iba a pasar, procuraba archivar en la memoria imágenes, y luego iba reproduciéndolas. En una cárcel lo que sobra es tiempo.
¿Qué razones cree que le llevaron a la cárcel?
Las razones por las que se recurrió a esto son muy complicadas. Matías Cortés dice que era el libro de El Sistema que publiqué; otros una encuesta que se había hecho por Amando de Miguel que decía que el 75% de los españoles consideraba que la intervención de Banesto fue una venganza política y otros que yo anuncié que iba a explicar la intervención por las distintas provincias de España.
¿La idea de formar un partido político surgió a raíz de esas visitas a las provincias?
Ellos creían que en 1994 iba a formar un partido político. Y no, en absoluto, no tenía para nada ese pensamiento. Creía que una cosa tan gorda como la intervención de Banesto, o que tenía el 1 por ciento del PIB y 150.000 accionistas, había que explicarla. Fuimos a Alicante y en la primera explicación se llenó dos o tres veces el sitio; aquello encendió determinadas luces de alarma y decidieron cortar por lo sano.
Además he sido siempre, para bien o para mal, respetuoso. No he hablado de la justicia o injusticia de las sentencias. En el libro no se habla de eso. ¡Se hablará! ¡Llegará cuando termine! Porque la última de mis sentencias, la del Tribunal Supremo, ha sido anulada por el Comité de Derechos Humanos de la ONU y está pendiente de que decida el Tribunal Constitucional.
De ahí quizás el pedir ese respaldo del que ha hablado en las últimas presentaciones, al Rey.
No lo pedí, me lo ofertó él. Y no lo he contado, porque si lo hubiera contado en 1994, hubiera resultado que estaba intentando usar a la Corona. Eso es lo que hubiera dicho
El País. Así queme lo callé. Pero lo que pasó aquella mañana es que el Rey le dijo al presidente del Gobierno -que no a mí-, que no sabía si el banco tenía problemas, pero que cuando un banco tiene problemas, pues se le ayuda.
El Rey no fue nada original. Eso es exactamente lo que han hecho todos y cada uno de los gobernantes del mundo. Así pues, en aquellos momentos no habíamos pedido ayuda a nadie, pero, aún sin haber pedido ayuda, lo que pasó es que no la logramos. Entonces, la pregunta que se hace la gente es: ¿por qué si en el año 2008 y 2009, ante problemas reales del sistema financiero, todos, absolutamente todos los gobernantes del mundo, hacen lo que dijo el Rey en aquel momento?
La respuesta es evidente, porque no había un problema financiero. Porque sabían que no tenían que ayudar en nada; si no, lo hubieran hecho y, en segundo lugar, porque
se trataba de otra cosa.
Con estos nuevos problemas financieros, ¿ha tenido algún contacto con el Rey?
Nunca hablo yo de mis contactos con el Rey. Para ser exactos, nunca hablo, menos en ese libro donde menciono esto, porque creo que es importante que se sepa que el Rey intentó, hace diecisiete años, convertir en normal lo que hoy es normal. Quien tendría que dar una explicación de por qué no hizo en el año 1993 algo absolutamente sensato no es el Rey, sino el presidente del Gobierno de entonces.
¿Qué papel cree que tuvo José María Aznar en la intervención?
Yo creo que determinante. Absolutamente determinante.
¿Qué pasa por su epidermis cuando oye el nombre de Hernández Moltó?
Nada, nada. Es una buena pregunta, porque me la he hecho yo a mí mismo. Cuando vi que Juan Pedro Hernández Moltó, presidente de Caja Castilla-La Mancha, había dicho esa sarta de barbaridades en el Congreso, pensé que casualmente -la vida es así-, ahora él sí que tiene un problema, un problema que sí es real y que la vida ha hecho que sea de la misma cantidad que ellos decían que tenía el Banesto, los 3.000 millones de euros. Pero le deseo mucha suerte, y que mire al pasado y se dé cuenta de que uno es prisionero de sus palabras. Pero que no le va a pasar nada. Lo cual, por cierto, es lo que le deseo, que no le pase nada.