
Jordi Sevilla publica en su blog una oportunísima reflexión sobre el error que están cometiendo las instituciones de crédito al posicionarse como los malos de la película ante la opinión pública y el Gobierno, con el atrevimiento añadido de manifestar que no son ellos los que agravan la crisis con su resistencia a dar créditos sino que es la economía real la que amenaza con su insolvencia al sistema bancario.
Conviene recordar, efectivamente, como hace Sevilla, que ha sido el sistema financiero internacional y sus avariciosos gestores los que han provocado esta crisis. Es cierto que la banca española, a diferencia de la norteamericana, no incurrió en las flagrantes ligerezas delictivas de las hipotecas 'subprime', que han minado la credibilidad del sistema.
Pero sí mostró una alegría desenfrenada y peligrosa a la hora de buscar clientes, a través de una competencia enfermiza que ahora les pasa factura: se sobrevaloró el valor de los inmuebles hipotecados, se fue poco escrupuloso a la hora de ponderar la solvencia de los endeudados, se prestó a ciudadanos que debían dedicar a la deuda hasta el 80% de su salario... Y con todo ello, consiguió para sus accionistas beneficios exorbitantes.
Contribuir al atolladero
Parecería, pues, natural que ahora los bancos y las cajas se prestasen a contribuir a sacar a este país del atolladero. No tirando el dinero ni renunciando a la racionalidad económica pero sí manteniendo criterios moderados a la hora de ponderar la solvencia y, sobre todo, prestándose a cooperar con el Estado a la hora de salvar negocios y familias en situaciones críticas.
No es de recibo que la banca no haya utilizado todavía las líneas de crédito que el ICO ha dispuesto en diciembre para pequeñas y medianas empresas ni que se resista a implementar la medida de aplazamiento de la mitad del recibo hipotecario durante dos años a los deudores que estén en paro.
Nadie va a nacionalizar
No hay que hacer demagogia, y este asunto se presta a ello. La sociedad está convencida de que el modelo capitalista no tiene opción alternativa por lo que la banca puede estar tranquila, nadie va a nacionalizarla (y si lo hace, será en una situación de emergencia, a petición de parte y sólo temporalmente).
Pero en estos tiempos las empresas, incluidos los bancos, no pueden presentarse ante la opinión pública como entes abstractos y desalmados que se desentienden de los problemas de alrededor: hoy se exige a las sociedades anónimas el desempeño de una cierta ciudadanía, la asunción de una responsabilidad social. Y en esta coyuntura, es exigible que la banca, dentro de los límites que garanticen su supervivencia, coopere con el poder público y atienda sus consignas para allanar el camino que ha de sacarnos de esta verdadera tragedia que vivimos.