
Parejas, grupos de amigos y familias con niños se pasean entre miles de revólveres, escopetas y otras armas de fuego a la venta: "Tengo un arma para mi protección personal y la de mi familia", explica Frank, que busca una nueva pistola con la que se sienta cómodo y seguro.
La autoprotección, esa necesidad de tener un arma en casa o en el bolsillo en caso de peligro, es el argumento que más se repite entre los compradores y vendedores de una feria de armas de fuego en San Antonio, en Texas, un estado cercano a la media nacional tanto en posesión como en muertes por disparo.
El macabro asesinato de 26 personas en una escuela de Connecticut en diciembre de 2012, y los posteriores 44 tiroteos en otros centros educativos, han ido acompañados de un aumento de las ventas de armas en Estados Unidos, a juzgar por las primeras cifras.
Sin datos definitivos, hay indicios: en 2013, se pidieron al FBI unos 19 millones de comprobaciones de antecedentes, un trámite requerido antes de comprar un arma a vendedores oficiales, 10 millones más que en 2005; también en 2013, Sturm, Ruger & Co, uno de los mayores fabricantes de armas, vio crecer un 45 % sus ingresos por ventas hasta septiembre.
"Siempre que voy a un sitio o veo la televisión, pienso en qué situaciones podría usar el arma, cómo actuaría si alguien entrara en casa o si alguien me amenazara mientras cenamos un día fuera", argumenta Frank, un treintañero que subraya la importancia de sentirse cómodo y preparado en una situación crítica.
Impresionado por los tiroteos escolares, este tejano defiende que los profesores trabajen en las aulas con un arma y, en caso de tener hijos, iría "a hablar personalmente con el profesor" para asegurarse de que supiera usarla.
La protección de la familia y de la casa se repite como justificación en un país de 316 millones de habitantes censados, con 300 millones de armas y unos 10 millones más cada año, según cálculos de la Asociación Nacional del Rifle.