Estados Unidos

El tiroteo de Arizona pone en evidencia los riesgos de la radicalización política del lenguaje en EEUU

La matanza de Tucson del pasado sábado, que ha causado seis muertes y mantiene entre la vida y la muerte a la congresista demócrata Gabrielle Giffords alcanzada por un tiro en la cabeza, ha tenido lugar en un momento de fuerte excitación política en los Estados Unidos, poco después de unas elecciones parciales en las que ha alcanzado insólito protagonismo el Tea Party, una fracción extremadamente radical del Partido Republicano, que ha mantenido un discurso inflamado contra las reformas del demócrata presidente Obama durante el primer bienio de su mandato.

La crispación ha sido de tal magnitud que, durante el debate de la reforma sanitaria, hubo 42 ataques contra oficinas de congresistas, casi todos demócratas y entre ellos la propia Giffords.

Lenguaje inflamatorio

Todo indica que el autor de la matanza, un sujeto de 22 años claramente desequilibrado que ya intentó otra masacre en 2007 y que había protagonizado numerosos incidentes en una institución educativa en la que permaneció hasta octubre, actuó por su cuenta y no tenía vínculos políticos.

Por lo que se conoce, la principal obsesión de este sujeto era que el Gobierno pretendía controlar las mentes de los ciudadanos.

Los Estados Unidos, que constituyen una modélica democracia bisecular, tienen sin embargo algunas peculiaridades que distinguen el régimen americano de las democracias parlamentarias europeas.

Fuerte excitación política en EEUU

Y una de ellas es el pronunciado, casi patológico, individualismo originario de los propios padres fundadores, que ha redundado en una desconfianza sistemática hacia el Estado hasta el extremo que, lejos de delegar en él la fuerza legítima, los ciudadanos se arrogan el derecho a poseer y portar armas.

En los Estados Unidos, una federación bien engrasada y sin problemas estructurales, la sociedad no ve al Estado como el benefactor que mitiga los desequilibrios y las desigualdades sino como un Leviathán que tiene tendencia a devorar a sus hijos y a privarles del derecho a la autodeterminación personal.

Ello explica, por ejemplo, que la instauración práctica del derecho universal a la atención sanitaria encuentre tantas reticencias en una sociedad avanzada, en la que se dan situaciones de gravísimas carencias.

En este contexto, propicio a que los ciudadanos resuelvan personalmente sus conflictos sin apelar al Estado, la violencia está presente en los intersticios sociales, y la clase política debería cuidar exquisitamente su lenguaje y su actitud para que el debate político no fuera malinterpretado.

Uso de metáforas peligrosas

El Tea Party ha utilizado metáforas peligrosas -como la de exterminar políticamente al adversario-, que, en un ambiente efervescente, pueden estimular a los desequilibrados. Sin embargo, sería irreal culpar ahora a este grupúsculo de haber abierto una caja de Pandora que está llena de magnicidios y de atentados de extrema izquierda (en los sesenta) y de extrema derecha (el de Oklahoma de 1995, por ejemplo).

Los contextos norteamericano y español no son, en estas cuestiones, en absoluto comparables, pero no está de más romper una lanza por una reconducción del tono general del debate hacia la moderación, la buena educación y el fair play.

La democracia es, ante todo, un método de resolución pacífica de conflictos, pero también un escenario de debate dialéctico del que deben provenir el desarrollo y el progreso. Y en ese ámbito de racionalidad e inteligencia no deben caber ni el dicterio ni la descalificación ni siquiera la sistemática enemistad.

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