El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha vuelto a demostrar su destreza lingüística y su arte ante el teleprompter durante su aclamado discurso sobre el Estado de la Unión. De nuevo el mandatario ha echado mano de su ingenio, humor y sobre todo talante para intentar demostrar que su desgaste político es sólo un producto fabricado y casi una leyenda urbana.
El demócrata se presentó en el Congreso, con los deberes bien hechos y su mejor sonrisa. Después de un año al frente de la Casa Blanca y con la derrota en Massachusetts ondeando sobre su partido, el presidente ha decidido, por fin, centrar todo su esfuerzo en la economía y sobre todo en la creación de empleo. Toda una declaración de intenciones que quizás tenga lugar demasiado tarde como para recuperar el calor popular que una vez envolvió al afroamericano.
"El empleo debe ser nuestro objetivo número uno en 2010 y por eso pido este año un proyecto de ley para la creación de nuevos trabajos", ha aseverado Obama. Bien, no son sólo las intenciones lo que cuentan sino la colaboración de todos los miembros del partido.
Las malas relaciones entre los demócratas
Mientras la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi vitoreaba al jefe del Ejecutivo, por todos es sabido que tanto ella como su equipo de legisladores en el Congreso no se ha perdonado que Obama haya intentado siempre pasar la reforma sanitaria teniendo en cuenta la opinión de los republicanos. Algo que, por mucho que reiterase ayer el presidente, tiene pocas vistas de seguir adelante en el Senado.
Las tiranteces también son más que evidentes entre el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid, y el jefe de personal de la Casa Blanca, Rahm Emanuel. Las relaciones entre los liberales en el Congreso y en el Senado tampoco es de lo más educada, de hecho algunas fuentes aseguran como Pelosi cuchichea por los pasillo que Reid perderá la elecciones el próximo noviembre.
Déficit, empleo y exportaciones
Con aires renovados y cierto aire conservador, Obama ofreció nuevos detalles sobre cómo intentará, a partir de ahora, reducir la deuda, reavivar la moribunda reforma sanitaria e, incluso, impulsar la creación de puestos de trabajo. ¿Más de lo mismo?, según como se mire. El mandatario está dispuesto a incentivar el mercado laboral cueste lo que cueste y ha pedido al Congreso que elimine los impuestos sobre las ganancias capitales derivadas de inversiones en pequeñas y medianas empresas. Además, ha apostado por redoblar los esfuerzos que ofrezcan a las pymes más créditos fiscales para aumentar los contratos y disminuir los impuestos a aquellas que compren nueva maquinaria o equipos.
Obama ha reconocido que las medidas que desea aplicar para reducir el déficit público no son las perfectas para la economía en recuperación, sin embargo, ha advertido que de no aplicarse, los mercados podrían resultar dañados y los avances logrados se esfumarían, resultando en mayores daños a la economía de las familias estadounidenses.
Durante su su discurso, el mandatario ha agregado que también extenderá a la clase media varios recortes fiscales, eso sí, ha dejado de lado a las compañías petroleras, fondos de inversión y a quienes ganan más de 250,000 dólares al año. Para estas personas o entidades, Obama ha asegurado que su administración "no puede costear" dichas rebajas de impuestos.
Por otro lado, Obama ha establecido como una meta nacional duplicar las exportaciones de Estados Unidos en los próximos cinco años, para ayudar a crear empleos y prometido impulsar los esfuerzos por la conclusión exitosa de la Ronda de Doha sobre comercio global.
De hecho, hoy mismo el demócrata comenzará una campaña en Florida, junto al vicepresidente Joe Biden para publicitar su nueva agenda laboral y anunciar 8.000 millones de dólares en ayudas para la construcción de una línea de alta velocidad en dicho estado.
Su discurso no convence a los republicanos
Sin embargo, algunos apuntan que es difícil congeniar su nuevo conservadurismo fiscal con su intención de sacar adelante su reforma sanitaria, que costaría cerca de un billón de dólares, o su intención de ampliar los incentivos fiscales a la clase media norteamericana.
Sus buenos propósitos no han sido recibidos con optimismo por los republicanos. El representante republicano de Florida, Mario Diaz-Balart, ha asegurado a varios medios de comunicación estadounidenses que "una de cada diez personas está sin trabajo. Eso es inaceptable". "La política del gobierno debe incentivar a la economía y fortalecer la capacidad del sector privado de crear más y mejores empleos", añadió.
Por su parte, el flamante gobernador de Virginia, el republicano Bob McDonnell, encargado de dar la replica al discurso de Obama, ha tirado por tierra buena parte de los guiños amistosos que el demócrata lanzó a la oposición durante su discurso. McDonnell no ha dudado en afirmar que el plan de estímulo del mandatario no ha conseguido frenar el desempleo y que el "masivo gasto" federal ha fallado. De hecho, el recién nombrado gobernador de Virginia ha echado un capote a los bancos y Wall Street al asegurar que aportar nueva regulación, nuevos impuestos y nuevos litigios "eliminará más puestos de trabajo y dañará a la clase trabajadora".