Europa

Hollande mejora su popularidad con Malí y el matrimonio gay

Hollande. Imagen: archivo

En plena tormenta económica, con el paro en aumento y un marcado pesimismo sobre las perspectivas de crecimiento para este año, lo que menos se esperaba era que François Hollande tuviera alguna posibilidad de mejorar sus niveles de popularidad.

Sin embargo, dos sondeos demuestran que su imagen ha mejorado en este comienzo de año. Hollande gana seis puntos de popularidad entre enero y febrero, según la encuesta mensual del Instituto Ifop, mientras que otro sondeo publicado por el periódico Les Echos le atribuye una subida más moderada de tres puntos.

Los observadores políticos coinciden: a pesar de algunos tropezones, en este comienzo de año el Gobierno francés ha conseguido retomar el control sobre la agenda política. Por un lado, la decisión de intervenir militarmente en Malí en contra de las milicias islamistas ha permitido a Hollande asentar definitivamente su legitimidad presidencial. "Es el día más importante de mi carrera política", aseguró el líder francés después del baño de masas que recibió durante su visita a Malí hace apenas diez días.

Hasta la derecha francesa se ha visto obligada a cerrar filas detrás del mandatario en tiempos de guerra. De momento sólo se escuchan tímidas críticas o reclamos pidiendo más detalles sobre una operación en la que Francia se ha embarcado sola y no sabe exactamente cuándo saldrá.

Entre tanto, el debate sobre la legalización del matrimonio homosexual, que será objeto de un voto solemne en el Parlamento francés este martes antes de pasar a examen en el Senado, ha permitido a Hollande mover la atención mediática hacia un terreno donde lleva las de ganar. El mandatario cuenta con la mayoría suficiente para pasar esta ley que los medios de comunicación galos consideran la primera gran reforma social en el país desde que François Mitterrand abolió la pena de muerte en 1981.

Pese a lo espinoso del tema, el Ejecutivo de Hollande parece estar ganando la batalla mediática contra una oposición que a mediados de enero logró sacar a la calle a entre 340.000 y 800.000 manifestantes, según las cifras de las autoridades o de los organizadores, respectivamente. Por su parte, la UMP, principal partido de oposición que se opone al proyecto, no ha conseguido atraer a los sectores que rechazan la apertura del matrimonio y la adopción a parejas del mismo sexo.

El Gobierno ha cedido en ciertos puntos, como en no legalizar de momento la reproducción asistida, a pesar de la presión de los parlamentarios de su propio campo, a favor de incluirla en la reforma.

Hasta en materia económica, el Ejecutivo de Hollande se apuntó un tanto gracias al acuerdo entre sindicatos y empresarios sobre una reforma laboral que debe ser votada por el Parlamento a mediados de mayo. El acuerdo permite una mayor flexibilidad a los empresarios para bajar salarios u horas de trabajo en caso de dificultad para la empresa. A cambio, la gran victoria de los sindicatos fue conseguir un mayor gravamen sobre los contratos temporales para evitar que sigan progresando en detrimento de los contratos fijos.

"Se trata de un éxito del diálogo social", resaltó François Hollande, quien en los días previos al acuerdo había aumentado la presión sobre sindicatos y empresarios para que llegaran a un acuerdo, tras más de tres meses de negociaciones.

A pesar de estas victorias, el líder galo tiene por delante un camino minado. El Gobierno se enfrenta a planes sociales de gran envergadura en dos de los grupos industriales más grandes y emblemáticos del país, Peugeout-Citroën y Renault. El primero se dispone a cerrar una de sus principales fábricas, la de Aulnay-sous-Bois, donde trabajan 3.000 personas, y a suprimir 8.000 puestos de trabajo. Renault anunció un plan para reducir 7.000 empleos y no descarta cerrar fábricas en Francia si no llega a un acuerdo en sus actuales negociaciones con los sindicatos.

A esto se suma el anuncio, estas últimas semanas, del cierre de una fábrica del fabricante de neumáticos Goodyear que emplea a más de 1.700, y de la refinería Petroplus. Según un informe del instituto económico Tredeo, más de 200 fábricas cerraron en Francia durante 2012 y unas 900 desde 2009. En total, estos cierres habrían destruido 100.000 puestos de trabajo, dice el informe del periódico Les Echos.

Una situación explosiva para el Gobierno de Hollande que ha adoptado una línea dura con los dirigentes de Peugeot y Renault, duramente criticados por su gestión de la empresa y sus altos salarios. Sin embargo, el Ejecutivo finalmente se ha visto obligado a admitir que no podrá evitar cierres de fábricas, como los que planea Peugeot, ante el riesgo de que la empresa acabe declarándose en quiebra.

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