
La tormenta generalizada que se ha desatado desde el dieselgate sobre los motores de gasóleo ha puesto incluso en duda su futuro a medio plazo. Pero ahora surgen nuevas dudas, ya que la Comisión Europea prepara nuevas normas sobre emisiones de contaminantes y la subsiguiente metodología de medida.
El punto de mira ahora se ha desplazado consecuentemente de los diésel a los motores de gasolina, que tendrán también que adaptarse a las nuevas reglamentaciones. El problema ha surgido por las nuevas tecnologías aplicadas en este tipo de motores para reducir el consumo, algo que se ha logrado con mucho éxito, pero a costa de aumentar la emisión de las llamadas "partículas finas" muy contaminantes y nocivas para la salud.
Según informaciones que adelanta el nuevo texto de la normativa, en 2018 la unión Europea solamente permitirá la emisión de la mitad de partículas que las autorizadas a día de hoy. El uso de los turbocompresores y de la inyección directa de combustible en los cilindros estarían en el origen de este nuevo problema para los modernos motores de gasolina.
Se trata de un nuevo e importante problema para los fabricantes, que han invertido mucho tiempo y dinero en desarrollar toda una nueva serie de motores de gasolina más eficientes. La solución a corto plazo ante la anunciada severidad de la normativa pasa sin alternativa por dotar a los motores de gasolina de un filtro de partículas finas, similar al que algunas marcas ya han adaptado a sus motores diésel para evitar la emisión de elementos sólidos a la atmósfera.