A finales del pasado año, a raíz del caso Volkswagen, Estados Unidos centró su mirada aún más en los perjuicios del diésel, demonizado por el elevado grado de contaminación que conlleva. Pero la ley no va siempre en la misma dirección.
Las normativas y los controles medioambientales de los vehículos se han ido endureciendo al otro lado del Atlántico y, en algunos estados, se encuentran incluso a la cabeza de la legislación mundial al respecto. Por ello, no deja de ser una chocante paradoja que en el país adalid de la lucha anticontaminación siga fomentándose el tradicional gusto por lo excesivo en cuanto a vehículos y motores.
Como ejemplos de ello, pueden citarse algunas de las principales novedades presentadas estos días en el Salón de Chicago:
RAM, la marca perteneciente a Fiat Chrysler Automobiles (FCA), exhibe sin ningún pudor el Power Wagon, un coloso calzado con ruedas gigantescas que pesa tres toneladas y que esconde bajo su capó un motor Hemi V8 6.4 con 410 CV de potencia.
Por otro lado, el Chevrolet Silverado Z71 Midnight Edition impone sus enormes medidas recreando un espectacular estilo postapocalíptico. Incluso supera al RAM en potencia puesto que su también V8, esta vez de origen 'chevy' libera nada menos que 420 CV de potencia.
Y el gusto por el exceso llama a participar también en esta exhibición de pesos pesados incluso a marcas foráneas como Nissan. La firma nipona presentaba en la misma línea el Armada, que no es otro que la última generación del Patrol, ya extinta en la mayoría de los mercados, pero que en los Estados Unidos sigue teniendo su fiel demanda, gracias a sus imponentes dimensiones y a su motor V8, of course, esta vez con 395 CV de potencia.
Estos 'megatrucks' son la viva imagen de cómo enormes coches de uso particular que pesan como vehículos industriales, con nula eficacia aerodinámica y monstruosos motores térmicos ávidos de gasolina conviven en curiosa simbiosis con draconianas normativas que miden de forma escrupulosa cada gramo de gas emitido a la atmósfera.