
La imperante moda de las berlinas con estética coupé se hace patente en el nuevo Passat CC que, asociado al V6 de 300 CV y cambio DSG, hace que se coloque en el puesto de honor de la marca germana.
Toda la subjetividad que encierra el concepto de la estética queda sin duda relegada a un segundo plano cuando nacen modelos como el Volkswagen Passat CC. Difícilmente habrá alguien al que este modelo le parezca feo o raro. Quizá semejante en ciertos aspectos a otros modelos de la competencia pero en ningún caso carente de personalidad, porque el Passat CC supone una vuelta de tuerca a la berlina de VW, con mucho estilo y elegancia.
Pero como no todo es estética ni ofrecer una cara bonita, el Passat CC se desmarca de su hermano de clase media por acoplar un tren de rodaje optimizado con el que rebaja su carrocería en 15 milímetros y que, en cristiano, quiere decir que goza de un aplomo superior y de una firmeza notable respecto al Passat convencional. Además, la versión más potente de la gama dispone de suspensión adaptativa de serie con tres modos (Normal, Sport y Comfort) mediante los cuales el coche se adapta al tipo de conducción y al firme de la mejor forma posible. Una tecnología que se hace mucho más patente si, como en este caso, el motor que lo empuja es el V6 de 300 CV, el mismo que se puede adquirir en forma de Touareg o de Porsche Cayenne.
Este propulsor hace que el Passat CC sea un coche muy cómodo en la conducción pero esconde, si se desea, mucha fuerza. Basta con pisar el acelerador a fondo para que los 300 caballos surjan con rabia, a un régimen un poco alto, eso sí, pero de una forma muy efectiva. La caja de cambios de doble embrague DSG, de 6 velocidades, es esencial para esta mezcla de confort en una conducción tranquila y de garra en carreteras con muchas curvas.
Una nueva generación
La nueva berlina de Volkswagen con espíritu eminentemente deportivo no sólo abre un nuevo segmento, o subsegmento, dentro de la marca sino que se erige como abanderado de la nueva generación de vehículos de la alemana.
De su línea descendente se deduce un acceso a las plazas traseras más incómodo, pero lo cierto es que hay que ser bastante alto para que entrar se convierta en una tarea incómoda. Una vez dentro el espacio es bastante amplio y en ningún momento la sensación de agobio se apodera de los pasajeros de las plazas traseras. Eso sí, sólo pueden viajar cuatro personas, porque la plaza central sencillamente no existe.
En la parte delantera, el salpicadero y el tablero de mandos nos hablan de una nueva generación de vehículos Volkswagen -ya hemos tenido ocasión de verlos en las primeras imágenes del nuevo Golf y en el Scirocco- más exclusivos y con mejores acabados. El volante y los relojes son de nuevo diseño, acordes con un conjunto en el que prima la exclusividad por encima de todo.