
Las berlinas medias, el segmento más demandado en nuestro país, se le dan bien a Mazda. Su modelo 3 supone el 40 por ciento de las ventas de la marca y, por ello, han cuidado mucho la presentación en su gama de gasolina. Sin embargo, el diésel con un motor por debajo de los 110 CV se quedaba flojo.
Ahora, la firma nipona ha solucionado esa carencia: el Mazda3 monta un moderno motor turbodiésel de dos litros, ya utilizado en los modelos Mazda5 y Mazda6. Con este propulsor alcanza nuevas cotas de deportividad gracias a los 143 caballos de potencia que desarrolla. Además, y como corresponde a un diésel, el consumo es muy bajo.
Estabilidad
Aunque la principal novedad del modelo sea su motor, no hay que olvidar que la estabilidad de este automóvil siempre ha sido uno de sus puntos fuertes. No sólo aporta un gran confort de marcha y un excelente aplomo a altas velocidades, sino que también permite una conducción muy decidida sobre terrenos virados independientemente del terreno del piso y sin que los riñones protesten al pasar sobre cada irregularidad. En cuanto al puesto de conducción, los asientos resultan muy cómodos, pero la sujeción lateral no es muy buena y se echa de menos para buscar el potencial del coche en zonas ratoneras.
El Mazda3 CRTD 143 CV apenas se diferencia ni en su diseño ni en su equipamiento de los modelos equivalentes, el Active+ y el Sportive, pero sí ha recibido modificaciones para adecuarlo a las prestaciones de su nuevo motor. Así, la carrocería, tanto en la versión de cinco puertas como en la de cuatro (Sportsedán), cuenta con refuerzos que han sido tomados del modelo deportivo MPS, en concreto en la placa superior y en la suspensión delantera, que ahora dispone de barras de refuerzo.
Al mismo tiempo, el conjunto de las suspensiones ha sido ajustado a las características del propulsor, con barras estabilizadoras de mayor sección y con amortiguadores y muelles más resistentes. También se ha revisado el sistema de frenos, adoptando discos con un diámetro más grande.
El motor de dos litros le va al Mazda3 como anillo al dedo, sobre todo a la versión con carrocería de cinco puertas, más dinámica y más acorde a la deportividad buscada. Se trata de un cuatro cilindros dotado con un sistema de inyección directa diésel a alta presión, ayudado por un turbo de geometría variable. De esta manera logra alcanzar esa elevada potencia de 143 CV y, sobre todo, un par motor máximo de 360 Nm, que aunque se alcanza a 2.000 vueltas, desde las 1.500 ya se muestra en todo su valor. Su rendimiento convence, como también lo hace su funcionamiento suave, sin vibraciones y con una sonoridad mínima.
La entrega de potencia es muy lineal. Desde muy bajas vueltas ya tiene mucho nervio disponible y podemos disfrutar de unos bajos y medios muy brillantes. El problema viene si buscamos una conducción más deportiva y queremos jugar con la parte alta del cuentavueltas: la potencia máxima la entrega a sólo 3.500 rpm y, a partir de ahí, el empuje disminuye a pasos agigantados. No le vendrían mal 700 u 800 rpm más.
El motor va asociado a una caja de cambios manual de seis marchas, basada en la del Mazda3 MPS, de desarrollos muy bien ajustados y de un funcionamiento rápido y preciso. También resulta poco bebedor, gasta seis litros cada 100 kilómetros en ciclo mixto, 5,4 en carretera y 7,1 en ciudad. Además, es ecológico y dispone de filtro de partículas sin mantenimiento.
Más calidad
La excelente ergonomía del Mazda3 sigue intacta, pero se ha buscado dar una mayor sensación de calidad en el interior. Para ello, el principal cambio ha sido cromático: las molduras y embellecedores que en el modelo anterior eran de color plateado ahora son gris oscuro. Los relojes están rematados y también cambian las tapicerías.
El equipamiento ha aumentado. Ahora incorpora unas ventanillas eléctricas con apertura y cierre desde el mando a distancia, un aviso de cinturón en todas las plazas, un airbag de cortina, una apertura y arranque sin llave, un control de crucero...