Como casi siempre ocurre, detrás de un coche innovador encontramos la historia de un hombre relevante. Es el caso del CGE Tudor, un pequeño coche eléctrico que ya en 1942 batió el récord de distancia recorrida sin recargar baterías, completando 254 kilómetros.
Jean-Albert Grégoire fue un ingeniero francés, formado en la politécnica, y que además era doctor en derecho. Nació en 1899 en París y murió no lejos de allí, en Neuilly-sur-Seine en 1992. Formó parte de los técnicos innovadores que hicieron posibles los automóviles como hoy los conocemos. Impulsó con sus proyectos la generalización de la tracción delantera y abogó desde sus tiempos por la utilización del aluminio como material en la industria automovilística. También experimentó con la turbina de gas y perfeccionó la suspensión neumática, logrando importantes patentes en el mundo del automóvil.
Hombre de formación muy completa y polifacético, se destacó también como un consumado atleta, llegando a ser campeón de Francia de los 100 metros lisos, y a la vez fue un apasionado del deporte del automóvil. Participó repetidamente en las 24 Horas de Le Mans con el Tracta, un ligero y eficaz roadster de tracción delantera.
Carrocería Hotchkiss
Volviendo al histórico vehículo que nos ocupa, fue consecuencia de la imparable actividad de Grégoire. Después de ser mecánico, dueño de concesionario, industrial y piloto de carreras. En 1940, unos tiempos muy convulsos para la recién invadida Francia, recibe el encargo de la Compañía General de Electricidad de desarrollar en menos de seis meses un coche eléctrico.
Para ello aprovecha un pequeño cabriolet biplaza que había patentado, vestido con una carrocería diseñada por Hotchkiss. Sitúa la mitad de las batería en la parte delantera y la otra mitad en la trasera, colcando el motor justo en el centro, con lo cual consigue ya de partida un óptimo reparto de la masa total. El coche disponía de ruedas independientes y su motor eléctrico ya disponía de un sistema de recuperación de energía en las deceleraciones que se activaba mediante un tercer pedal que ocupaba el lugar del embrague.
Grégoire utilizó en la construcción aleaciones ligeras para rebajar el peso del vehículo y también para protegerlo mejor de la corrosión provocada por el ácido de las baterías. Sin embargo, a pesar de ser un coche muy pequeño, de 3,7 metros de largo, alcanzaba en la báscula los 975 kilos, de los cuales 450 pertenecían a los 48 elementos de las baterías.
El plazo se cumplió y el CGE-Tudor comenzó a fabricarse en los talleres de la compañía en Suresnes. Pero ni los tiempos bélicos ni la economía acompañaron el lanzamiento. Las ventas fueron muy escasas ya que costaba 105.000 francos de la época, el equivalente a tres Citroën 11 Ligero, uno de los coches más avanzados de aquella época.
No obstante la producción continuó hasta 1944, y durante ese tiempo se construyeron casi 200 ejemplares. La mayoría fueron destinados a coches de empresa y flota de la importante compañía eléctrica estatal. Incluso uno de ellos sirvió como vehículo oficial del Gobierno de Vichy que rigió la administración del país galo durante la ocupación alemana.