Motor clásico

Mercedes-Benz SL 'Pagoda', un distinguido coupé-cabrio

Con los 50 ya cumplidos, el Pagoda es uno de esos coches que ha sabido envejecer como sólo lo hacen las buenas obras de arte. Todo un roadster alemán de carácter distinguido que se adelantó a su tiempo en ciertos aspectos tecnológicos y de seguridad.

Los años 60 acababan de dar comienzo y en Mercedes buscaban un sustituto para los 190/300 SL. El primero empezaba a acusar el paso del tiempo y el segundo, conocido como 'alas de gaviota' por su sistema apertura de puertas era quizá demasiado caro y sólo apto para los bolsillos más holgados. Fue entonces cuando los responsables de la firma alemana comenzaron a trabajar en el que sería el sucesor de la saga SL, siglas que significan 'deportivo ligero' en alemán.

En aquel momento acababa de ver la luz la nueva berlina de la Clase S, conocida con el código interno W112, y nada mejor que utilizar su chasis y gran parte de su tecnología para empezar a construir el pequeño deportivo que se traían entre manos. El bastidor, en efecto, era el mismo, pero recortado en 30 centímetros, dado que la idea era hacer un coche de dimensiones compactas.

Rápido, seguro, cómodo

Había nacido el Mercedes-Benz W113, conocido comúnmente como 'Pagoda' por la similitud de su techo con este tipo de construcciones asiáticas. En el Salón de Ginebra del año 1963 se presentó ante el gran público en una presentación en la que el director técnico de la marca, Fritz Nallinger, dijo que habían creado "un coche deportivo, rápido y seguro que, a pesar de sus prestaciones, es altamente confortable a la hora de viajar".

Y es que estas eran las premisas básicas que había de cumplir el pequeño Pagoda si quería triunfar entre la sociedad de aquellos años. Por cierto, que cuando hablaba de la seguridad, el señor Nallinger se refería, entre otras cosas, a que su nuevo modelo contaba con unas estructura en la que había una célula de seguridad y zonas deformables repartidas de forma estratégica en la carrocería, cuyo objetivo era proteger a los ocupantes. Hoy, esto no es nada nuevo, pero en eso momentos era algo bastante novedoso. También se eliminaron en el interior toda clase de aristas, dejando a la vista secciones redondeadas para minimizar así los daños a los pasajeros en caso de impacto.

El Mercedes-Benz W113 Pagoda cumple ahora nada menos que 51 años. Una edad muy madura, pese a la cual sigue siendo uno de los modelos de la marca más codiciados. Se trata de un biplaza descapotable que se vendía con capota de lona y con un techo duro opcional que lo convertía en un coupé-cabrio. Este techo, que se podía quitar y poner fácilmente con la intervención de cuatro adultos, fue precisamente el que le hizo saltar a la fama por sus peculiares formas, ya que era más alto de lo habitual en este tipo de coches. Como consecuencia de sus amplias superficies acristaladas la visibilidad interior era realmente buena, aunque también es cierto que perjudicaba ligeramente la aerodinámica. Esto último, en realidad, importaba poco, ya que el W113 era un coche bastante rápido.

Mecánica

La primera versión fue denominada 230 SL y estaba dotada de un motor de seis cilindros en línea, con 2,3 litros y 150 CV, que le permitían alcanzar los 200 km/h, una cifra nada despreciable para la época. De serie montaba un cambio manual de seis velocidades o uno automático de 4 (el más demandado en EEUU, que terminó siendo uno de sus principales mercados). En opción de podía elegir una transmisión manual de cinco velocidades firmada por ZF.

La segunda versión, 250 SL, llegó en el año 1966 con algunos cambios estéticos y con un nuevo propulsor bajo el capó, que era en realidad una evolución del 230 con la cilindrada aumentada hasta los 2,5 litros y un par superior que mejoraba la respuesta en la zona baja de cuentavueltas. En esta evolución del Pagoda se ofrecía, por primera vez y de forma opcional, un diferencial de deslizamiento limitado para mejorar la capacidad de tracción en curva.

La versión final hizo acto de presencia en 1967 bajo la denominación 280 SL y se mantuvo a la venta hasta la llegada de la siguiente generación del SL en el año 1971. Su principal novedad era el motor 2.8 de 170 CV.

Y así llegaba el fin de un modelo que a nadie dejó indiferente durante sus ocho años de vida. No sólo su atractiva estética es importante, sino que también pasó a la posteridad por ser uno de los pocos que se preocupó por la ligereza mediante el empleo del aluminio en diferentes partes de la carrocería, y por combinar una dinámica placentera y eficaz con un un alto nivel de confort.

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