
A finales del año pasado, Volkswagen remozó la gama del Touareg, el exitoso hermano mayor del Tiguan, para adaptarlo a los nuevos gustos estéticos de la marca. Esto se tradujo en un lavado de cara casi literal, pues fue el frontal del vehículo el que recibió mayor número de modificaciones, leves pero perceptibles. Respecto al motor, el cambio se reflejó especialmente en la evolución del anterior propulsor diésel mediano de la gama, que aumentó su potencia a 240 CV y redujo sus emisiones de CO2 hasta alcanzar una cifra muy ajustada para un vehículo de casi dos toneladas y media de peso.
Este nuevo motor permite al Touareg alcanzar el sobresaliente cuando rueda por asfalto y superar el notable alto cuando abandona la carretera y se adentra por sendas y caminos con firmes irregulares. De esta forma, el todocamino grande de Volkswagen continúa encaramado a los primeros puestos de la disputada clasificación de los vehículos del segmento SUV. Al nuevo motor hay que sumarle en esta versión un cambio automático Tiptronic de seis velocidades tan suave como la seda.
Si bien la suspensión helicoidal que viene de serie se muestra más que suficiente para el uso que la mayoría de usuarios van a dar a este vehículo, se puede optar como extra por una suspensión neumática con regulación automática de nivel en dos acabados: CDC (3.205 euros más al precio del coche) y Deportiva (3.640 euros). Con estas últimas suspensiones, la velocidad máxima del Touareg se incrementa hasta los 211 km/h.
Tecnología puntera
La versión Individual, la de mayor lujo dentro de los Touareg, se muestra en todo su esplendor en el interior del vehículo. Lo que más destaca, sin duda, es su tapicería de cuero Rodeo&Cricket bicolor, que otorga al conjunto ese punto de lujo y exclusividad que tanto gusta al cliente. Pero ahí no queda la cosa, también dispone de volante multifunción, asientos eléctricos calefactables, detalles de madera en el salpicadero, etc.
En el apartado tecnológico, incluye opcionalmente lo último en elementos de seguridad: unos sistemas que detectan mediante ondas si el vehículo que nos precede reduce la marcha brusca o suavemente, y si algún vehículo circula a nuestra misma velocidad por el ángulo muerto de nuestros revisores. En ambos casos, el vehículo nos avisa con señales visuales y acústicas y, si hay peligro de choque inminente, puede llegar incluso a accionar los frenos de forma automática.