BRASILIA/RÍO DE JANEIRO (Reuters) - Cerca de 1 millón de personas protestaban el domingo en las calles de varias ciudades de Brasil contra la desaceleración económica, el alza de los precios y la corrupción y para pedir la destitución de la presidenta Dilma Rousseff.
Las marchas ocurren en medio de los intentos del gigante sudamericano por superar dificultades económicas y políticas.
En el tercer mes de su segundo mandato de cuatro años, es poco probable que la presidenta renuncie o enfrente un proceso de destitución como piden varios de sus opositores, enojados por casi cinco años de estancamiento económico y por los escándalos de corrupción en la petrolera Petrobras, controlada por el Estado.
Para una presidenta reelegida hace apenas cinco meses, las protestas son una señal de un país polarizado y cada vez más descontento con su liderazgo. Rousseff ha sido abucheada recientemente en sus apariciones públicas y a inicios de este mes, durante un discurso televisado, se pudo oír cacerolazos en algunas ciudades.
Las protestas del domingo eran en general pacíficas y festivas, con poco de la violencia que empañó una ola de manifestaciones masivas en 2013, cuando los brasileños protestaron contra los gastos de organizar la Copa Mundial 2014 de fútbol.
Cerca del mediodía, miles de manifestantes, la mayoría vestidos de azul, verde y amarillo, los colores de la bandera de Brasil, se congregaron frente a la playa de Copacabana cantando el himno nacional y gritando "¡Dilma, fuera!".
En Sao Paulo, la ciudad más grande del país, más de medio millón de personas se reunieron a lo largo de la importante Avenida Paulista. Al igual que en Río de Janeiro y en la capital Brasilia, muchos de los manifestantes provenían de las clases más ricas del país, que tradicionalmente se oponen al Partido de los Trabajadores.
Subrayando las divisiones de clase, ellos aseguraron que Rousseff y el partido gobernante han instigado la polarización al tratar de enfrentar a sus partidarios tradicionales, los destinatarios de los programas de bienestar social, contra el resto de Brasil.
Los opositores han arremetido contra el partido oficialista asegurando que durante mucho tiempo han ignorado las críticas sobre sus fuertes gastos, los préstamos subvencionados, las políticas proteccionistas y la corrupción, lo que ha minado la economía del país, que en la década pasada y antes de que Rousseff se convirtiera en presidenta crecía a más del 4 por ciento anual.
El Partido de los Trabajadores "incita al pueblo contra el pueblo", dijo Helena Alameda Prado Bastos, de 61 años, en Sao Paulo.
Muchos economistas prevén que Brasil caiga en recesión este año. La inflación está alcanzando sus más altos niveles en diez años, mientras que la moneda brasileña, el real, se ha depreciado en más de un 22 por ciento frente al dólar este año.
(Reporte de Maria Carolina Marcello y Leonardo Goy en Brasília, Paulo Prada, Rodrigo Viga Gaier y Caio Saad en Río de Janeiro, Caroline Stauffer en Sao Paulo. Editado en Español por Ricardo Figueroa y Mónica Vargas)
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