LONDRES (Reuters) - En su largo, lento y solitario paseo por el pasillo de la catedral de San Pablo, con la gente saludando y haciendo reverencias a cada lado a medida que avanzada, la reina Isabel II parecía una figura desamparada.
La hospitalización el lunes de su marido desde hace 64 años, el príncipe Felipe, a causa de una infección de la vejiga, retiró una cara familiar en la última etapa de un largo fin de semana para celebrar el Jubileo de Diamantes de la monarca, tras 60 años en el trono.
Su ausencia supuso una sombra sobre unos pocos días triunfantes para la monarquía británica, que sirvieron de recordatorio de que las figuras más populares están en el ocaso de sus vidas y del deterioro de la indómita imagen de la reina, de 86 años.
"Va a haber un gran cambio en los próximos cinco años", dijo Hazel Humphreys, una profesora retirada de 62 años de Suffolk, al sur del país, de pie entre la multitud que llenó la avenida Mall que lleva al palacio de Buckingham.
"La familia real tendrá que cambiar cosas por la edad de la reina. Se tiende a pensar que van a estar ahí para siempre y de repente se han ido. Es un poco como con los padres de una", agregó. "Y entonces qué pasa, esa es la gran pregunta".
Aunque el papel de la familia real en la sociedad británica parece asegurado mientras la enormemente popular reina siga viva, su hijo y heredero al trono, el príncipe Carlos, es de lejos una figura que causa más división.
"FUERZA Y APOYO"
Vistiendo un conjunto verde menta con sombrero a juego, el martes la reina echó sin duda de menos el martes la compañía de Felipe de Edimburgo, a quien una vez describió como su "fuerza y apoyo".
Su ausencia, causada por una estancia en el hospital que responsables de Palacio dijeron que era "por precaución", forzó cambios de último minuto en el cuidadosamente coreografiado final de los cuatro días de fiesta nacional para Isabel II.
"Está mejorando", dijo el príncipe Eduardo después de visitar a su padre en el hospital. "Tiene buen ánimo, está en buena en forma".
En la limusina que la llevaba del Palacio de Buckingham a la catedral de San Pedro, pasando junto a miles de personas que ondeaban sus banderas, Isabel II estuvo acompañada la dama de compañía Diana Marion, Lady Farnham.
Ya en la catedral, y tras los cambios en la disposición de los asientos, estuvo al lado del heredero al trono, el príncipe Carlos, en lugar de que éste permaneciese junto a su padre.
Y en el carruaje State Landau descapotable de 1902 que la llevó hasta el palacio antes de su aparición final en el balcón, se hizo acompañar nuevamente de Carlos y de su esposa Camila, que no tomaron un coche independiente como estaba originalmente previsto.
En las carreras del sábado y en la barcaza real el domingo -que navegó junto a otras 1.000 embarcaciones en un espectacular paseo por Londres, Felipe de Edimburgo fue una compañía constante, uniéndose a la monarca en los saludos y las sonrisas a la multitud y realizando incluso un pequeño baile en el clímax musical de la regata por el río.
Isabel II apareció ligeramente agobiada y preocupada sin su marido sobre el escenario del concierto pop celebrado el lunes por la noche ante cientos de miles de personas reunidos delante de su suntuosa residencia londinense.
"Debe ser terrible para la reina, pero espero que él pueda verla desde su cama del hospital", dijo Sheree Charalampous, una diseñadora de 53 años del norte de Londres. "Debe ser muy, muy difícil para ella. Parecía muy emocionada en el concierto".
Mientras que la reina es vista por sus súbditos como un símbolo de estabilidad y servicio inquebrantable, Felipe de Edimburgo ha sido siempre una figura controvertida conocido tanto por sus deslices verbales como por su devoción hacia su esposa.
Hijo del exiliado príncipe Andrés de Grecia, Felipe se casó con la princesa Isabel, como era entonces, en 1947.
Se conocieron cuando ella tenía solo 13 años y visitó la escuela naval donde él era un cadete. Se comprometieron después de la Segunda Guerra Mundial y él recibió el título de duque de Edimburgo.
La salud del príncipe se ha convertido en motivo de preocupación para la familia real después de que tuviese que someterse a una operación para aliviar una arteria del corazón bloqueada y pasase cuatro días en el hospital al enfermar antes de la Navidad del año pasado.
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