LONDRES (Reuters) - Recibida por una fanfarria de trompetas y escoltada por hombres con cascos emplumados, la reina Isabel II de Inglaterra celebró sus 60 años en el trono con un discurso al Parlamento en el salón medieval donde una de sus antecesoras fue condenada a muerte.
La Reina, de 85 años, se dirigió a lords y comunes en el salón Westminster, un honor reservado a los monarcas y los visitantes más ilustres. Desde la Segunda Guerra Mundial, Charles de Gaulle, Nelson Mandela, el papa Benedicto XVI y Barack Obama son los únicos que han disfrutado del privilegio, aparte de la realeza.
La sala es la parte más antigua del gran palacio de Westminster, situado en la ribera del río y que acoge al Parlamento. Su magnífico tejado gótico ha sobrevivido a incendios y bombas que destruyeron otras partes del palacio en varias ocasiones a lo largo de los siglos.
"Desde mi coronación, he sido una visitante habitual del palacio de Westminster, y, hasta el momento, he tenido el agradable deber de tratar con 12 primeros ministros", dijo la soberana, provocando risas de un público que incluía a los últimos tres: Tony Blair, Gordon Brown y David Cameron.
En uno de sus discursos anteriores, para su Aniversario de Plata en 1977, la Reina desató la controversia al hacer comentarios sobre los beneficios de unión entre las partes de su Reino, considerado una velada advertencia sobre entregar demasiadas competencias a Escocia, Gales e Irlanda del Norte.
En esta ocasión, con el nacionalismo escocés tan activo como siempre y con un referéndum sobre la independencia en el horizonte, la Reina optó por evitar la política en su Aniversario de Oro.
"La feliz relación de la que he disfrutado con el Parlamento se ha extendido mucho más allá de las más de tres mil quinientas propuestas que he firmado para convertir en ley", dijo la monarca, vestida con un abrigo amarillo pálido y un sombrero a juego.
CETRO
Las relaciones entre los reyes y los parlamentarios no siempre han sido tan fluidas.
El trono en el que se sentó la Reina durante la ceremonia del martes estaba a unos centímetros del lugar donde uno de sus predecesores, el rey Carlos I, fue juzgado por tiranía y traición y sentenciado a muerte en 1649.
Desde entonces, la monarquía constitucional británica ha capeado muchas tormentas antes de que los palacios de Buckingham y Westminster cerraran una relación cordial.
Los presidentes de ambas cámaras, de forma tradicional, elogiaron la dedicación de la monarca sus súbditos en la ceremonia del martes.
La ceremonia, emitida por televisión, contaba con una precisa coreografía, con coloridos uniformes y cargos oficiales que han resistido el paso del tiempo.
El Cuerpo de Guardia de la Reina de los 'Yeomen' de la Guardia desfilaron al altar de la sala con sus sombreros y gorgueras renacentistas, y también acudieron los miembros del cuerpo de guardia de los Honorables Hombres de Armas, con plumas en sus cascos.
El presidente de la Cámara de los Lores entró en procesión con el cuidador de la puerta de la Cámara y el Caballero Ujier del Bastón Negro, mientras que la Reina fue escoltada por el Lord Gran Chambelán.
La Reina fue recibida por una fanfarria de los trompetistas de la Caballería, colocados en un balcón sobre la sala, con una nueva vidriera mostrando su escudo de armas, regalo de ambas cámaras.
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