PARÍS (Reuters) - Las editoriales han sobrevivido a la primera fase de la revolución digital mejor que la industria musical y ahora están adoptando el cambio a los libros electrónicos en su busca de nuevos flujos de ingresos y costes inferiores.
La industria se ha visto golpeada este año por un cambio significativo de los libros físicos a los electrónicos que ha cambiado al poder a minoristas de Internet encabezados por Amazon.
Las editoriales han ganado por ahora una batalla clave para mantener controlados los precios de los títulos, a diferencia de la industria de la música, que hace una década permitió que Apple impusiera una tarifa plana de 0,99 dólares por tema en su tienda iTunes.
Penguin y Hachette dijeron a Reuters esta semana que eran bastante optimistas de que los libros electrónicos les ayudarían a impulsar la rentabilidad y a llegar a una audiencia más amplia, aunque aún no se las han ingeniado para vender extras digitales a los lectores.
"El consumidor se encoge de hombros y dice: 'Vale, eso es maravilloso, pero es algo por lo que no voy a pagar mucho'", dijo el consejero delegado de Penguin, John Makinson, en la Reuters Global Media Summit.
Como ejemplo, dijo que Penguin había creado un libro electrónico mejorado del "Orgullo y Prejuicio" de Jane Austen, con clips de la película de Hollywood protagonizada por Keira Knightley, además de recetas y bailes de la época, sin resultado.
Los niños, añadió, se habían adaptado más rápidamente a los extras, especialmente en las pantallas táctiles como la del iPad de Apple. Muchos libros clásicos infantiles, como "Alicia en el país de las maravillas", se han visto rejuvenecidos en formato digital, con animación y juegos.
El consejero delegado de Hachette, Arnaud Nourry, estuvo de acuerdo en que los lectores de libros electrónicos habían demostrado ser hasta ahora muy conservadores.
"Los clientes no quieren estas cosas enriquecidas de las que hablamos todo el día", dijo. "No creo que hubiéramos vendido más libros de Dan Brown con recetas".
El cambio a los libros electrónicos, que está más avanzando en Estados Unidos, donde Amazon acaparó el mercado con su Kindle y su tienda hace cuatro años, ya ha llevado a cambios en los modelos de negocio, los sistemas de distribución y los costes de las editoriales.
Aunque los precios de los libros electrónicos son de media un 20-30 por ciento más baratos que los tradicionales, ahorran a las editoriales el coste del almacenaje y el envío, y reducen el capital laboral relacionado con el inventario.
En mercados donde los precios de los libros no están regulados por ley, incluidos los de Estados Unidos y Reino Unido, esto ha hecho a los libros electrónicos más rentables que los ejemplares impresos.
En mercados regulados como el francés y el alemán, donde la ley impide a las librerías y a los supermercados hacer descuentos en un esfuerzo por proteger la cultura local e impedir que los libros sean una mercancía más, los libros impresos son aún más rentables.
En Estados Unidos, los libros electrónicos representan aproximadamente un 25 por ciento de las ventas de libros por volumen y un 20 por ciento por ingresos. En Reino Unido, la cifra es de aproximadamente un 10 por ciento en volumen, mientras que el resto de Europa y Asia, excluyendo Japón, apenas están despegando.
Alemania, el segundo mercado mundial de libros tras Estados Unidos, fue el primer país en la Europa continental en tener el Kindle y títulos en alemán en abril. Amazon lanzó el Kindle en Francia en octubre y en España e Italia esta semana.
"Estamos apenas en el inicio de la curva", dijo Nourry.
Las editoriales han llegado a una especie de paz por ahora en sus relaciones a menudo tormentosas con gigantes de Internet como Amazon y Google, que fueron de los principales responsables en llevar la revolución digital al mundo de los libros.
Google molestó a editoriales y autores en 2004 con un controvertido proyecto para escanear libros dentro de su esfuerzo por hacer que el contenido de las bibliotecas esté disponible para todo el mundo pero que los detractores consideraban un robo de propiedad intelectual.
Las editoriales y autores estadounidenses llevaron a Google a los tribunales en 2005. Las partes han intentado llegar a un acuerdo, pero el asunto ha ido escalando y un juez estadounidense lo rechazó en marzo.
Google, mientras tanto, ha escaneado más de 13 millones de libros y ha adquirido un compromiso pragmático con editoriales y autores en muchos países.
Con Amazon, las editoriales libraron una intensa batalla sobre cómo fijar el precio de los libros electrónicos, oponiéndose a los esfuerzos del minorista de Internet por imponer un precio de 9,99 dólares (7,41 euros) por títulos nuevos para el Kindle.
Irónicamente, fue con la emergencia el año pasado de Apple, con su iPad, como contrapeso a Amazon, lo que permitió a las llamadas "seis grandes" editoriales recobrar el control de los precios.
En lo que fue un importante cambio para el sector, las editoriales, decididas a evitar los errores cometidos por la industria de la música, impusieron un "modelo de agencia" en el que establecer sus propios precios.
La evolución de este mercado está en pañales aún, y temas como la piratería están resurgiendo a medida que las librerías digitales intentan reproducir en el mundo digital aspectos populares como el préstamo de libros.
Un nuevo frente se ha abierto recientemente con la biblioteca de préstamo de Kindle, que permite a los usuarios del programa Prime de Amazon pedir prestado un libro cada mes gratis.
Las seis grandes editoriales - Hachette, HarperCollins, MacMillan, Penguin, Random House [BERT.UL] y Simon & Schuster - se han negado a sumarse a la biblioteca de préstamo, argumentando que devalúa los libros a ojos de los consumidores.
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