
La armonía reinante en la irreductible aldea gala de Astérix y Obélix quedó truncada por un enfrentamiento familiar, el del dibujante del cómic, Albert Uderzo, y su propia hija, Sylvie, a raíz de la venta que hizo éste a Hachette de los derechos sobre la obra.
Para Sylvie Uderzo, Astérix es su hermano de papel. Hija única, tenía apenas tres años cuando su padre, Albert Uderzo, garabateó los primeros trazos del pequeño y barbudo personaje de cómic galo mientras su amigo René Goscinny escribía los diálogos.
Sylvie Uderzo creció viendo cómo Astérix se convertía en un fenómeno planetario. Más de 300 millones de álbumes vendidos en todo el mundo, entre 10 y 15 millones de euros en beneficios anuales, licencias publicitarias, adaptaciones cinematográficas y hasta un parque de atracciones. Un verdadero imperio que ha acabado envenenando las relaciones entre padre e hija. El culebrón familiar tiene desconcertados a los franceses y se parece mucho al que enfrentó a la dueña deL?Oréal con su pequeña.
En 1986 Sylvie Uderzo empieza a trabajar en la editorial Albert René, creada por su padre y única poseedora de todos los derechos sobre el cómic. Pronto acaba asumiendo las riendas de la empresa familiar y en 2001 su padre le cede el 40 por ciento de las acciones. El resto queda en manos del propio Uderzo y de la hija del difunto René Goscinny.
Pero, a mediados de los 90, una lucha de poder se abre dentro de la aldea de Astérix entre Sylvie Uderzo, su marido, Bernard de Choisy, y el propio Uderzo. El dibujante y su yerno no se soportan. A mediados de 2007, Uderzo acaba despidiéndole. Y apenas seis meses después destituye a su propia hija. Ésta consigue que la justicia condene a su padre a pagarle una indemnización de 270.000 euros.
No sería el último enfrentamiento entre ellos. Sylvie Uderzo criticó con dureza la decisión de su padre de vender prácticamente todos los derechos sobre Astérix a la editorial Hachette a finales de 2008. La hija del dibujante llegó a escribir una carta abierta en el periódico Le Monde en la que comparaba a Hachette con las tropas de Julio César intentando ocupar la Galia.
Finalmente, el pasado 16 de marzo ella misma vendió su parte de acciones al gigante editorial del grupo Lagardère. El último episodio de la batalla entre los Uderzo es digno del cómic más elaborado. Sylvie ha denunciado al notario y al fontanero de su anciano padre (que ya tiene 84 años) por manipularle aprovechando su debilidad mental. Acusa a ambos (que llevan años ofreciendo sus servicios a Uderzo) de posicionarlo en contra de su primogénita y de empujarle a hacer gastos desorbitados y absurdos. Entre ellos, la compra de un fastuoso avión militar.