La casa Brioni, marca preferida por celebridades como el magnate Donald Trump, el príncipe Andrés o Nelson Mandela, sufrió el impacto de la crisis, como toda la industria del lujo, pero sigue apostando por los principales elementos de su identidad: una producción artesanal y 100% italiana.
A primera vista, el mayor taller del grupo, localizado en Penne di Pescara, en el centro-este de Italia, parece más que todo una fábrica, pero sin máquinas.
Pululan los 1.100 técnicos y costureros que diseñan patrones, cortan telas y paños con enormes tijeras, cosen mangas, dobladillos, botones, también planchan, controlan y empacan.
"Necesitamos de 18 a 22 horas para fabricar un traje de hombre contra las 2 o 3 en las fábricas industriales. Nadie trabaja ya así, la única competencia que podemos tener es la del sastre a medida", cuenta a la AFP Angelo Petrucci, de 39 años, jefe de la división de costura.
Cada traje de Brioni tiene entre 5.000 y 7.000 puntadas y pasa por las manos de 220 personas, de las cuales 80 se dedican a las varias fases de planchado.
"Aún si trabajamos a mano, tenemos tiempos precisos, como por ejemplo quince minutos para rellenar una hombrera", observa Clementina Litillo, quien está por jubilarse a los 57 años, tras 40 años al frente de lo que define "una pasión de juventud".
Cada traje tiene su "alma" gracias a un forro compuesto por un conjunto de hilo de camello, pelo de cabra y crin de caballo.
En los últimos diez años, los clientes se han vuelto más exigentes, ya que aspiran a tejidos más finos y ligeros, por lo que Brioni cada año escoge entre un millar de telas diferentes seleccionadas en Italia, Gran Bretaña y Bélgica.
"Somos capaces de afinar a un obeso, de convertir en alto a uno pequeñito y de esconder los defectos en los huesos introduciendo prótesis dentro del traje", sostiene Petrucci exhibiendo un inmensa prenda, como para un luchador japonés.
El secreto para crear un buen traje es "la sensibilidad en las manos", según Petrucci, quien considera importante comenzar antes de cumplir 20 años. "Después de esa edad es ya demasiado tarde", sostiene el técnico, quien comenzó justamente adolescente, a los 13 años y medio de edad, en la escuela de formación interna de Brioni. Buena parte del éxito de Brioni se basa justamente en el talento de "esas manitas", todas provenientes de la región meridional italiana de los Abruzos.
El costo es prohibitivo: de 5.000 euros para un traje a medida a 30.000 para un completo personalizado. Un precio que la firma italiana ha logrado mantener pese a la crisis económica y a la caída del 15% en el 2009 del volumen de negocios (200 millones de euros al año). Una crisis que ha afectado sobre todo el mercado de Estados Unidos, donde se registró una bajada del 20% el año pasado.
"Nuestras prendas duran en el tiempo, hasta 40 años, y han sido realizadas con técnicas antiguas que tienen más de 200 años", sostiene Petrucci.
Junto a la confección a mano resulta clave el respeto de la tradición y el rechazo a trasladarse a otros países donde el costo del trabajo es menos costoso, como han hecho otras grandes marcas de lujo tales como Hermés y Gucci. En los últimos años, Brioni ha diversificado sus productos y ofrece una línea de ropa femenina y trajes de formales, lo que representa ya el 40% de las ventas.
La firma, creada hace 65 años en la legendaria Via Veneto de Roma, la avenida emblema de la Dolce Vita, donde pasaban sus veladas divos como Cary Grant o Anna Magnani, ofrece aún un servicio especial de ventas a las estrellas del momento como el ex James Bond Pierce Brosnan y Jack Nicholson.
"Para Brioni, la reunión anual de la ONU es como un plebiscito. En 20 años de carrera he conocido una decena de jefes de Estado y monarcas", cuenta Petrucci, quien puede ser despertado por un e-mail de un cliente en plena noche para pedirle un retoque.