
M. Night Shyamalan dirige a Will Smith y a su hijo Jaden en After Earth. Un thriller futurista de ciencia ficción que consuma un nuevo fiasco del director de El sexto sentido. Tras tocar techo allá por 1999 con la película que convirtió a Bruce Willis en el muerto con el mejor color de la historia del cine, el globo del tenaz Shyamalan se ha ido desinflando.
Mientras, y también paulatinamente, sus peculiares (algunas buenas, otras no tanto) ideas iban perdiendo estrella: El protegido era mejor que Señales, la de aliens era más notable que El Bosque, esta algo mejor que La joven del agua que a su vez era más consistente que El incidente.
Pero en este caso, como ya ocurría en Airbender: el último guerrero, ni siquiera la premisa, por cierto, alumbrada por Smith, sobre la que arma su nueva criatura cinematográfica deja de estar bastante trillada. Y más este verano.
El filme: After Earth
After Earth nos lleva hasta un futuro postapocalíptico en el que, para variar, los humanos nos hemos cargado la Tierra. En el año 2025 asumimos que Pachamama iba a ser inhabitable y nos vimos obligados a buscar otro planeta que nos sirviera de hogar.
Tras un viaje de 100 años a través del espacio, llegamos a Nova Prime. Un feudo que tuvimos que conquistar haciendo frente a unos aliens, los skrel, que crearon a los ursa, unas monstruosas criaturas ciegas pero que son capaces de detectar a los humanos por su miedo.
La masacre a manos de las letales engendros adictos a nuestras feromonas fue terrible. Nos mataban por cientos y nos pusieron al borde de la extinción, hasta que un buen día a un buen hombre se le ocurrió plantarse ante uno de esos monstruos sin que le temblaran las canillas.
¿Y quién es ese hombre? ¿Quién puede ser el primer humano en no tener miedo? Si, efectivamente. ¡Bien por Will!
El comandante Cypher Raige (Smith) es el líder de los Rangers Unidos, un hombre de férreas convicciones castrenses que vive entregado a su trabajo y pasa largas temporadas fuera de casa. Alejado de su familia, a la que la tragedia golpeó en el pasado, Cypher regresa a su hogar y se encuentra con que su hijo, Kitai (Jaden Smith) no ha conseguido superar las pruebas para entrar a formar parte del cuerpo de rangers. Decepción y caras largas a la hora de la cena.
Para intentar tender puentes en la nefasta relación con su hijo, Cypher decide llevarle consigo a la que será su última misión. Una idea nefasta. El viaje se tuerce y la nave termina estrellándose en el planeta que antaño fue el hogar de la raza humana.
La mayoría de los tripulantes de la nave han muerto en el accidente y su padre está malherido, así que Kitai tendrá que salir al exterior para dar la señal de socorro e intentar que la flota les rescate.
Pero en los mil años que han pasado desde que abandonamos la Tierra todo ha evolucionado para eliminar al ser humano. Así que, guiado por su padre desde la cabina de mando el joven aspirante a ranger tendrá que hacer frente a todas las amenazas que pueblan el planeta... incluido algún invitado indeseable.
RUTINA TRAS EL FIN DEL MUNDO
Una aventura postapocaliptica de supervivencia sin alma, sin personalidad. After Earth es una historia que suena muy común con una buena, pero también rutinaria, factura técnica y un trabajo dirección e interpretación mejorable.
La mano de Shyamalan no se nota, ni para bien ni para mal, Smith que se pasa tres cuartas partes de la película amarrado a una silla y delirando es simplemente el reclamo publicitario y su niño, que es el verdadero protagonista de esta presuntamente vibrante empresa, está todavía muy muy verde.
El notable diseño de producción, al naturaleza en su estado salvaje y el manido tira y afloja sentimental entre padre e hijo, que no mejora cuando se convierte en una cyberg-relación a la carrera, tampoco logran dotar de cierta singularidad a una superproducción que en la comparación con el resto de blockbusters palomiteros de la temporada sale mal parada.
After Eart no tiene de la vistosidad de Oblivion, ni las trepidantes secuencias de World War Z, ni los mamporros de Pacific Rim, ni la personalidad de Star Trek... y tampoco a Superman. Un producto muy común y olvidable. Rutina postapocaliptica con la que Shyamalan sigue nadando a la deriva. Sobreviviendo.