Las adaptaciones reinan en la gran pantalla. Libros, musicales y obras teatrales se trasladan constantemente a la sala de cine, entre ellas Anna Karenina. El clásico de Tolstói es revisitado por Joe Wright manteniendo imperturbable la esencia del amor, de los sentimientos incontrolables y de una sociedad donde la imagen lo puede todo.
Anna Karenina es la tercera colaboración de Keira Knightley con el director Joe Wright y los productores Tim Bevan, Eric Fellner y Paul Webster. Las anteriores cintas fueron Orgullo y prejuicio, obra de la que ya se está valorando una versión zombi, y Expiación: más allá de la pasión.
El amor es el eje sobre el que giran todas estas producciones, un amor enmarcado en trajes de época y sonrisas obligadas, un amor omnipotente con fuerza para cambiar vidas. En este caso la versión de la novela de León Tolstói presenta un triángulo amoroso en la pudiente sociedad de San Petersburgo a finales del XIX.
La permanencia del tema inspira a Keira Knightley; "es fácil entender la historia actualmente porque seguimos deseando algo que no podemos tener, seguimos enfrentándonos a muros y reglas sociales, y sigue costándonos mucho hacer partícipe al otro nuestras emociones".
El diseño es una de las esencias de la cinta. Su obligatoriedad de transportar a la Rusia zarista implica los máximos esfuerzos para lograr el detalle en decorados y vestuario. Por ello ha sido reconocida con el Premio Oscar a Mejor Diseño de Vestuario en la última edición de los premios. El juego con el decorado alcanza su mayor expresividad por tratarse de una cinta rodada casi completamente dentro de un teatro londinense ya abandonado.
Wright también confía en la perdurabilidad de la obra "Tolstói escribió la novela de forma que fuera accesible en cuanto a emociones", " el análisis de los personajes y de sus motivos es extraordinario y sumamente perspicaz".