
Científicos de varias instituciones españolas analizan más de 300 kilos de muestras de grandes cráteres en Mauritania para determinar si proceden del impacto de un colosal meteorito hace unos 20.000 años lo que, si se comprueba, haría reescribir la historia geológica del noroeste de África.
Así lo indica en una entrevista a Efe el geólogo-paleontólogo Francisco García-Talavera, promotor y coordinador de este proyecto de búsqueda de cráteres de impacto en el desierto del Sahara y el Adrar mauritano que lidera el Organismo Autónomo de Museos y Centros del Cabildo de Tenerife, del que fue presidente y ahora es asesor emérito.
"Ojo de África"
Uno de los crátere es el llamado "Ojo de África" porque con sus casi 50 kilómetros de diámetro es visible desde los satélites espaciales y su centro está perfectamente alineado con el cráter de Tenoumer, a unos 220 kilómetros al noreste del Richat, de unos dos kilómetros de diámetro y equiparable en su morfología a un cráter de la Luna o Marte.
Estos dos cráteres están a su vez alineados con un tercero, el Temimichat, a unos 390 kilómetros al noreste del Richat, y que los investigadores aún no han estudiado.
García-Talavera, que ha sido profesor de Geología y Paleontología en la Universidad de La Laguna durante veinte años, señala que este proyecto "apasionante" necesita más expediciones y dataciones pero los primeros resultados de los análisis de las muestras apuntan a que estos enormes cráteres fueron causados por el impacto de un asteroide.
Impacto de un asteroide
Esta hipótesis es contraria a la postura de otros científicos que argumentan que el origen de estos cráteres es endógeno, es decir que se trata de un domo: una masa rocosa que se eleva y abomba el terreno hasta llegar a la superficie y luego se va erosionando hasta producir una forma concéntrica.
Sin embargo, los primeros análisis de los investigadores españoles, y que han dado lugar a cuatro publicaciones científicas, indican que los cráteres fueron causados por el impacto de un objeto celeste, una gran masa de probablemente más de un kilómetro de espesor que se escindió en tres al entrar en la atmósfera.
Los fragmentos proceden de las rocas que forman los bordes del Richat, un cráter complejo con una parte elevada en el centro y que presenta las "megabrechas típicas de los impactos" causados por meteoritos.
Estas rocas han sufrido unas modificaciones "enormes", pues la energía que se libera en un impacto de esa magnitud puede ser miles de veces una bomba nuclear, señala García-Talavera.
Las rocas se volatilizan y el meteorito prácticamente desaparece y se funde con la roca impactada, que eyecta y salta por los aires en todas direcciones y produce un círculo alrededor del cono del impacto hasta formar un anillo, explica el investigador.