Los proyectos casi nunca triunfan o fracasan por los recursos. Tecnológicos, financieros o de cualquier otra índole. Los proyectos casi siempre triunfan o fracasan por las personas. Ese hecho, en sí mismo, es más que suficiente para abandonar esa arcaica concepción mecanicista en la que se equipara a las personas al resto de los recursos. Y, además, explica perfectamente porqué la habilidad para gestionar personas es una de las competencias imprescindibles en la Cuarta Revolución Industrial.
Sin embargo, sin ánimo ninguno de contradecir la terminología del World Economic Forum, la pregunta que cabe hacerse es si las personas se gestionan. Dice el diccionario que gestionar es ocuparse de la administración, organización y funcionamiento de un organismo. Y esa definición parece dejar traslucir la idea de que con esas tres simples actividades se puede hacer que las personas se conduzcan de manera óptima en una organización.
Sin embargo, si fuera tan sencillo, se podrían aplicar los mismos principios de la industrialización a la gestión de personas, y nunca habría problemas: los profesionales siempre se comportarían de manera colaborativa y ética, jamás se enfrentarían en función de sus resultados o méritos y siempre darían lo mejor de sí mismos. Pero no es así. Muy al contrario, desde tiempo inmemorial la política de oficina muestra de manera palmaria que las personas son criaturas complejas y que, por tanto, la primera preocupación de cualquier líder deberían ser las personas que forman su equipo.
Las personas no se gestionan: las personas se lideran y se acompañan. Este concepto, muy lejos de la concepción fabril de las organizaciones, requiere de la función del liderazgo hacerse con nuevos tipos de competencias, como son la conciencia, la empatía activa, la esperanza y, desde luego, la capacidad de inspirar a otros.
Las personas buscan sentido en sus vidas, tienen sueños y aspiraciones, pero también temores y envidias. Sufren los efectos de la rivalidad, el desánimo y la incertidumbre, de la misma manera que se motivan e ilusionan hasta conseguir cosas verdaderamente increíbles. Las personas son creativas en la misma medida que aburridas, y constantes tanto como perezosas. No ven la realidad como es, y luchan por rellenar con significado las soluciones de continuidad que su modelo del mundo parece no poder explicar. Las personas tienen familias y aficiones y viven en casas que hay que financiar, amueblar y decorar. Y muchas veces se preguntan los cómos y porqués de sus vidas. Por todo ello, trabajar con personas en las organizaciones tiene tanto de maravilloso como de desafiante.
Desde esta óptica, es altamente probable que la verdadera habilidad no sea gestionar personas, sino más bien lograr que los miembros de un equipo se sientan identificados con aquello que persiguen, y también que perciban claramente cuál es la función de su aportación dentro del bien común global.
Hace ya tiempo que una noticia revelaba que el 65% de los trabajadores preferirían un cambio de jefe a una subida de salario. No hay mejor modo de comprobar que la habilidad para conducir personas dentro de una organización es una tarea mucho más compleja que la simple aplicación de procesos. Por eso es una capacidad esencial en la Cuarta Revolución Industrial. De hecho, es altamente probable que siga siendo una habilidad imprescindible en el futuro.
Nota: esta serie de posts está basada en el informe del World Economic Forum “The 10 skills you need to thrive in the Fourth Industrial Revolution” (http://bit.ly/top10wef).