Ningún modelo ha conseguido hasta el momento explicar de modo completo y profundo qué es el liderazgo. Y posiblemente esto siga siendo así siempre, porque aunque el hecho de que unas personas sigan a otras parece simple, en realidad se trata de una habilidad ciertamente compleja. Liderar es poseer visión, es leer la realidad de una manera ecuánime, y desde luego es poseer la habilidad para desarrollar a otros. A estas y otras habilidades últimamente se ha sumado la capacidad para inspirar.
En 2012 IBM realizó un amplio estudio en más de 60 países para concluir que la capacidad de inspirar a otros es una de las habilidades clave del liderazgo. Un año después, un estudio realizado evaluando a unos 50.000 líderes, publicado en Harvard Business Review, confirmaba este hallazgo: la capacidad para inspirar es la que las personas más a menudo mencionan cuando se les pregunta qué competencia les gustaría que tuviera quien les dirige. Los autores del estudio encontraron también que el liderazgo inspirador crea los mayores índices de implicación y compromiso en el equipo.
Que la inspiración es un fenómeno que nos hace sentir bien es un hecho que no necesita demostración, y solo ese dato debería ser suficiente como para que los directivos la promuevan en sus equipos. Pero esa importante ventaja no es la única que el liderazgo inspirador aporta al mundo de las organizaciones, pues la ciencia muestra que cuando una persona está inspirada su índice de productividad aumenta significativamente.
Sin embargo, el elemento clave del liderazgo inspirador va mucho más allá del bienestar o de la productividad: los líderes realmente inspiradores aportan sentido a la vida de los profesionales que trabajan a su lado. Sienten que su vida tiene un significado y un propósito, y eso contribuye a su autorrealización: un factor humano sin rival como motor de la motivación y el desarrollo personal.