
Antes de tres meses debería ponerse de acuerdo Mediapro con los operadores de televisión de pago para que los españoles pudieran ver la próxima edición de la Champions League. La forma con el que acabará el futuro apretón de manos es cosas de ellos.
Por lo pronto, los aficionados al fútbol pueden estar seguros de que el balón echará a rodar y de que habrá cámaras que lo ofrezcan. Habrá televisiones que habrán pagado para ofrecerlo a sus suscriptores a un precio posiblemente mayor al que esperaban contratarlo. De la misma forma, el actual propietario de los derechos de este evento también ingresará menos de lo que inicialmente pretendía. Que las dos partes de la negociación se encuentren igualmente satisfechas y disgustadas forma parte del juego.
Dicho lo dicho, sorprende la posición de partida de los tres grandes operadores de telecomunicaciones ante la cuestión. Cada uno con sus palabras, todos coinciden en que el asunto está excesivamente inflacionado. Telefónica asegura que "el mercado está entrando en una exuberancia irracional", según valoró la semana pasada su presidente José María Álvarez-Pallete. Este operador mantiene que el precio de esos contenidos chirría con la exigencia de disciplina financiera que imponen las circunstancias.
Orange España opina exactamente lo mismo, tal y como apuntó su primer ejecutivo, Laurent Paillassot, quien no está dispuesta a incluir el fútbol en su parrilla a cualquier precio. El hecho de que la subasta de la Champions en el Reino Unido haya rebajado los precios el 10% resulta engañoso, ya que la suma de los importes comprometidos por la pluralidad de plataformas desmiente la existencia de descuentos respecto a años anteriores.
No obstante, Orange España reconoció que si alguno de sus rivales ofrecía el fútbol a sus clientes, ellos no serían menos. El famoso dilema del prisionero amenazaba con asomarse a un sector ya acostumbrado a este tipo de disyuntivas. Es decir, cooperar en contra del interés mutuo o, por el contrario, no hacerlo y arriesgarse a las decisiones del resto de los jugadores.
El último en pronunciarse sobre la burbuja de los precios de transmisión de competiciones deportivas fue Vodafone, y fue el domingo por la noche cuando Antonio Coimbra, consejero delegado de la filial española, hizo las cuentas de la abuela. Como es conocido, eran estas señoras las que generalmente llevaban las economías domésticas, siempre en las antípodas de cualquier despilfarro y alérgicas de la ingeniería financieras.
De esta forma, Coimbra calculó que los más de 200 millones de euros que su compañía pagó el año pasado por los derechos del fútbol (aunque 280 millones, quizá sea más preciso) viene a ser mayor desembolso que el quebranto que supondría perder a la totalidad de los clientes de la plataforma que contratan el fútbol. Es decir, a Vodafone España le resultaría más favorable perder toda su clientela futbolera que pagar lo que al parecer demanda Mediapro por la Champions. Los 400.000 abonados al deporte rey de Vodafone aportan unos ingresos medios a Vodafone de 80 euros al mes, lo que viene a suponer unos 40 euros al mes una vez descontados otros servicios de telecomunicaciones (como las llamadas de móviles, fijos y conectividad). En el caso extremo e improbable de que absolutamente todos ellos causaran baja, esa catástrofe supondría una caída de los ingresos de 192 millones de euros. Es decir, semejante importe sería menor que el precio pagado el año pasado.
Pagar menos por el fútbol
Expuesto todo lo anterior, parece claro que los tres grandes operadores españoles están de acuerdo en pagar menos por el fútbol, sin que por ello el supervisor de la Competencia pueda sospechar de presuntas concertaciones.
Pase lo que pase, las anteriores ecuaciones deberían resolverse antes de mayo, pero sean cuales sean las cuentas, lo que parece extraño es que Mediapro no se avenga a negociar, aunque tenga que ganar menos de lo esperado y perder menos de lo que podría temer. No queda otra.