
Nada será igual en Estados Unidos a partir del jueves. Casi con toda probabilidad, la Federal Communications Commission (FCC), regulador de las telecomunicaciones de aquel país, derogará la neutralidad de la Red y cambiará radicalmente los principios y los negocios de Internet en EEUU. Habrá un antes y un después del 14 de diciembre, tras una votación casi vista para sentencia, dada la mayoría republicana de la FCC. Adiós a las tarifas planas, bye-bye al acceso libre a cualquier sitio de la web, hasta nunca al todos somos iguales ante la Red. Muchos usuarios estadounidenses agruparán las aplicaciones de sus móviles entre las que funcionen bien y las que lo hacen a pedales. El atracón de series de televisión de servicios en streaming del fin de semana será para pensárselo dos veces. Durante ese tiempo, alguien meterá la mano en el bolsillo de los ufanos suscriptores de Netflix, HBO, Amazon o Youtube. Además de pagar al proveedor de acceso y de suscribirse al vídeoclub online de su antojo, los usuarios estadounidenses también añadirán un importe adicional para mantener sus hábitos de consumo actuales, con los estándares de cantidad y calidad acostumbrados.
Los movimientos de defensa del Internet igualitario y libre han puesto el grito en el cielo, al señalar que lo que es un espacio abierto para todos dejará de serlo en breve. La velocidad de un clic será diferente en función del destino del enlace: unos sitios online disfrutarán de accesos supersónicos y otros se abonarán a los retardos, interrupciones y censuras por motivos económicos.
A grandes rasgos, los jugadores online que accedan a pagar a los operadores de telecos disfrutarán de mejores condiciones de conectividad de las que no pasen por caja. Es decir, al contrario de lo que sucedía hasta la fecha, el trato equitativo e igualitario para todos los jugadores dejará de ser un principio sagrado para convertirse en un concepto cuestionable y sometido a los vaivenes mercantiles. Y cuando se acepta que los proveedores de contenido online pagarán por llegar con calidad a los usuarios, se deberá presuponer que los internautas pagarán el coste de la fiesta.
La onda expansiva con epicentro en Estados Unidos promete extenderse al resto del primer mundo, por mucho que la Unión Europea se considere al margen. La presión será demasiado fuerte, presumiblemente liderada en el Viejo Continente por los grandes operadores de telecomunicaciones. Ante semejante fuerza, los legisladores comunitarios y españoles podrían sucumbir en el futuro ante la corriente de opinión imperante al otro lado del Atlántico, aunque por ahora esa situación se antoja lejana.
Una vez abiertas las costuras, las puntadas podrían saltar por los aires más pronto que tarde. Entre otras consecuencias, la administración de Trump hará añicos el sueño de Barack Obama, que durante su legislatura defendió la neutralidad de la red con la fuerza de sus convicciones. El expresidente demócrata esgrimió cuando estaba en la Casa Blanca que dilapidar la neutralidad de la red suponía "destruir una de las mejores cosas que tiene Internet, que es su increíble igualdad", según dijo.
A pesar de los movimientos de defensa de la neutralidad de la red, la aritmética de los miembros de la FCC aprobará la propuesta legislativa denominada Restauración del orden de la libertad en Internet". Ese eufemismo será celebrado por las grandes compañías de telecomunicaciones estadounidenses, con AT&T y Verizon al frente. Por primera vez desde que Internet se pagaba en función del tiempo de conexión, las telecos tomarán el control del ecosistema. Al contrario de lo que sucede hasta ahora, los dueños de las infraestructuras serán los nuevos reyes de la Red. Las grandes telecos seguirán siendo las que invertirán en las redes, ahora con mayores expectativas de rentabilizar sus apuestas, al poder decidir a quién cobrarán por ofrecerle sus conexiones.
Por el contrario, gigantes online de la talla de Google, Youtube, Facebook, Netflix, HBO, Twitter, Snapchat, Spotify, Instagram o Whatsapp se echarán a temblar, mientras revisan a la baja sus planes de negocio en los EEUU. "Se acabó la época dorada", pensarán con motivo.