
En septiembre de 2008, mientras EEUU veía derrumbarse su sistema financiero, una mano salvadora llegó a Washington para ayudar al Tesoro a financiarse: China se convertía en el principal acreedor del país.
Sin embargo, desde julio de 2011 no ha vuelto a elevar su cartera de bonos del país. En su lugar, Japón se ha vuelto a erigir como el gran acreedor de EEUU, hasta el punto de que cerró agosto con más del 10% de toda la deuda del país.
Los flujos de financiación comenzaron a acelerar a finales de 2011, pero tomaron gran relevancia desde que el Banco de Japón (BoJ) iniciase su política monetaria ultraexpansiva, en abril de 2012. Desde entonces, China ha mantenido su cartera de bonos estable en el entorno de los 1,25 billones, mientras Japón la ha aumentado en un 12,6% su participación en la deuda del país (unos 138.000 millones de dólares). Los inversores con bandera nipona poseen un total de 1,22 billones de dólares, sólo 45.000 millones por debajo de China, un 3,5% menos, según los datos publicados por el Tesoro de EEUU.
Al tiempo que Pekín mantiene una política neutral con la deuda estadounidense, los flujos desde Tokio siguen acelerando. Los inversores nipones acumularon 7 meses consecutivos (entre febrero y agosto) en los que aumentaron su cartera de deuda estadounidense, algo que no ocurría desde 2010 y que refleja su apetito por los bonos yankees. Los últimos datos publicados por el Tesoro corresponden al mes de septiembre, por lo que en estos meses Japón podría haber adelantado a China como el principal financiador extranjero de EEUU. No sería extraño, si se tiene en cuenta que el BoJ amplió su programa de estímulos en octubre.
En máximos de la década
Los bonos soberanos de EEUU se han convertido en un gran atractivo para los inversores internacionales. Esta situación se ha puesto de relieve en los últimos meses con una participación creciente de la demanda extranjera en las emisiones del Tesoro. Sin ir más lejos, en la subasta de bonos a 5 años realizada el lunes, el 65% del total adjudicado fue a parar a manos extranjeras, porcentaje que no se había visto en la última década para títulos con vencimiento a 5 años. Esta emisión no es un caso aislado: en su última subasta de bonos a 30 años, el 64,5% de la colocación fue a parar a inversores foráneos, un nuevo máximo histórico para este tramo.
La entrada de compradores extranjeros supone una tabla de salvación para el Tesoro, después de que la Reserva Federal haya acabado su programa de compras (el famoso QE3). Los inversores internacionales buscan en EEUU las rentabilidades que ofrecen sus bonos (superiores a los del resto de países desarrollados) y la fortaleza del dólar, que se perfila como la divisa más fuerte para los próximos trimestres, según estiman los expertos.