"Fagor Electrodomésticos, desde las políticas públicas"

Adrian Zelaia, de Ekai Center

De entre las reflexiones que, cara al futuro de nuestras políticas públicas, deberían realizarse sobre el caso FAGOR Electrodomésticos, cabe destacar, en primer lugar, lo sucedido con el conjunto de grandes empresas que adoptaron estrategias agresivamente expansionistas durante el período de expansión financiera anterior a la crisis.

El propio crecimiento del mercado, la facilidad de financiación y los artificialmente bajos tipos de interés alentaron a muchas empresas a invertir de forma excesiva e inadecuada. El posterior estallido de la crisis ha atrapado a muchas de ellas en una situación empresarial y financiera irresoluble.

Salvo excepciones, los responsables públicos aplaudieron de forma entusiasta e irreflexiva todas estas operaciones expansivas. Fusiones, adquisiciones, grandes operaciones estratégicas, llenan las portadas de los periódicos y los responsables políticos se mostraban encantados de apoyarlas y -de ser posible- de figurar en la foto correspondiente.

Recordemos que, como ha sido bien analizado en otros países, estas tendencias excesivamente expansionistas no se han producido de la misma forma en todo tipo de empresas. Los distintos mecanismos de gobierno corporativo han resultado fundamentales para dar o no rienda suelta a tentaciones expansivas exageradas. Sistemas de gobierno corporativo ineficientes, sin supervisión y control adecuados de la alta dirección, facilitan la natural tendencia de los directivos a priorizar la expansión frente a la rentabilidad y la eficiencia. Esta tendencia, en periodos de expansión financiera, resulta extremadamente peligrosa y sólo sistemas de control corporativo eficientes permiten controlarla y canalizarla.

La primera lección a extraer en este sentido por las políticas públicas es, evidentemente, la necesidad de asumir una responsabilidad más directa en la gestión del gobierno corporativo de las grandes empresas. El gobierno central y los gobiernos autonómicos deberían ser más objetivos -y, cuando sea necesario, más críticos- con los modelos de gestión de las grandes empresas de su ámbito territorial. Al menos, de las grandes empresas cuya evolución pueda tener repercusiones sistémicas. La sumisión ante los directivos de estas empresas y la falta de seguimiento y contraste de a quién representan realmente estos directivos, cómo son nombrados y cuáles son los mecanismos internos de decisión resulta, como estamos viendo, de un alto riesgo para la estructura económica en su conjunto.

No olvidemos que las operaciones de fusión y adquisición de empresas fracasan en una proporción cercana a los dos tercios. Es imprescindible que la posición de las políticas públicas en su conjunto frente a estas operaciones sea, por lo menos, más prudente.

Los responsables políticos vascos deben, muy en particular, reaccionar de inmediato ante el grave riesgo que afecta a nuestra estructura productiva en su conjunto como consecuencia de nuestro insuficiente nivel tecnológico. Desde el estallido de la crisis, llevamos seis años repitiendo incansablemente que otros están peor sin darnos cuenta de la directa amenaza que los países emergentes están representando para el conjunto de nuestra industria. Es cierto que, muy probablemente, FAGOR Electrodomésticos hubiera debido realizar por sí misma un mayor esfuerzo de avance tecnológico pero es evidente que estos esfuerzos son mucho más complicados cuando el entorno formativo, universitario y de investigación e innovación tiene un nivel medio, como sucede en el País Vasco. Nuestras políticas públicas deben ser sustancialmente más ambiciosas en este ámbito. Es imprescindible que acortemos rápidamente distancias con los países industriales avanzados. Y el tiempo se nos acaba.

Por último, es importante también constatar una evidencia: el mundo cooperativo no es un mundo mágico. Los proyectos empresariales cooperativos tienen a veces éxito y otras no. En las cooperativas, como en todo tipo de organizaciones, se adoptan decisiones correctas y erróneas. Evitar la mitificación del sistema es, en sí mismo, un punto de partida básico a la hora de abordar este modelo empresarial desde las políticas públicas. Y la única forma de aprender de los errores y poder mejorar dichas políticas cara al futuro. Los dirigentes políticos no deben huir de su responsabilidad en la mejora continua del modelo cooperativo, de su adaptación a la realidad y de su coherencia y eficiencia interna.

Adrian Zelaia, de EKAI Center

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