
El atentado del Estado Islámico de Irak y al-Sham (ISIS) del viernes pasado en París apenas tendrá efecto sobre la economía mundial. Las bolsas cerraron la jornada del lunes, la primera después de la matanza, con ligeras alzas y el petróleo, que subió en los primeros momentos, acabará la semana a la baja. Nada que ver con cómo recibieron los mercados el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York, con caídas superiores al 10 por ciento.
La reacción tranquila, en esta ocasión, es un reflejo de cómo la sociedad se ha acostumbrado a aceptar el riesgo como una variable cotidiana. Pero también de que la amenaza del ISIS, que maneja unos ingresos anuales de alrededor de 3.000 millones de euros, tiene una dimensión limitada, alejada del tamaño de países como Irán, enfrentado tradicionalmente a Occidente.
Se trata, sin embargo, de un peligro real, capaz de golpear de manera sangrienta en cualquier momento y en cualquier lugar, y muy difícil de combatir, porque es un enemigo invisible. No está localizado en un sitio específico o cuenta con un número de hombres determinado. Su manera de operar, a través de células autóctonas independientes de la cabeza, como muestran los atentados coordinados en Beirut (Líbano), Ankara (Turquía) o París (Francia) en los últimos meses, complica su erradicación.
El 8 por ciento de la población europea es de origen musulmán y aunque la inmensa mayoría no sea yihadista, es ya tan numerosa que es imposible ejercer un control permanente sobre ella por parte de los servicios secretos y los cuerpos oficiales de seguridad. También resulta sorprendente que más de una década después de la creación del ISIS en Irak y Siria, las grandes potencias no sean capaces de acabar con él.
Ni siquiera ha sido posible interrumpir la producción de petróleo, que se cifra en alrededor de 1,6 millones de barriles día, lo que le situaría como el noveno productor de la OPEP. La venta clandestina a alrededor de 20 dólares el barril, la mitad del precio del mercado, a los países limítrofes es su principal fuente de financiación y un negocio floreciente tanto para vendedores como compradores. Para colmo, una parte de este petróleo acaba comercializado por las empresas occidentales.
Francia busca la alianza de la Rusia de Vladimir Putin, la superpotencia encargada de guardar el orden en la zona tradicionalmente. Pero ello choca con los intereses de EEUU, que fue el responsable, en cierto modo, del resurgimiento del ISIS para arrinconar al dirigente sirio, Bashar al-Asad. Afortunadamente, Obama está de retirada de la zona tras desistir de su invasión en Irak y de su afán por controlar los hidrocarburos, lo que facilita la alianza ruso-francesa.
François Hollande evitó invocar el artículo 5, que obliga a sus aliados de la OTAN a salir en su defensa, para no molestar a Putin. En su lugar pidió ayuda a sus socios europeos.
En España, objetivo del ISIS por su pasado árabe y musulmán, y uno de los lugares favoritos para los reclutamientos de comandos suicidas, el riesgo de que se produzca un atentado antes de los comicios del 20 de diciembre es altísimo. Interior optó por mantener el nivel de alerta 4, para no alarmar a la población. El nivel 5 implica sacar el Ejército a las calles, lo que hubiera generado una gran inseguridad entre la población.
Aún es pronto para evaluar la cuantía total de esta ayuda. Pero los montantes van desde el 1,4 por ciento adicional de la propia Francia hasta el 10 por ciento de incremento del presupuesto de Defensa anunciado ya por Bélgica, para hacer frente a la amenaza yihadista.
El atentado de París incrementa la presión sobre el Banco Central Europeo (BCE) para que en la reunión del próximo 3 de diciembre su presidente, Mario Draghi, aumente los estímulos para impulsar la economía europea por varias vías, entre las que se baraja la posibilidad de colocar los tipos en negativo. La Comisión Europea también debería relajar los objetivos de déficit acordados con los Estados miembros del euro, lo que vendría de perlas a países como Italia o España, abocados a poner en marcha nuevos ajustes para cumplir con sus promesas.
Portugal, donde una coalición de izquierdas encabezada por el socialista Anton Costas acaba de quitar el Gobierno a Passos Coelho, también celebraría esta política y qué decir de Grecia, acostumbrada a incumplir sistemáticamente sus objetivos. El incremento del gasto catapultará los déficit, pero será a la vez un valioso apoyo para la renqueante recuperación.
P.D. Rajoy prohibió hasta ahora al ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, que aplicara el mecanismo previsto en la Ley de Estabilidad para controlar al milímetro el gasto de Cataluña. Hace meses que debería estar en marcha tanto para Cataluña como para la Comunidad Valenciana y Murcia.