
Corresponde a las tecnológicas de la información librar al crecimiento del atasco que presenta.
E l pasado 13 de diciembre publicaba en estas mismas páginas el artículo: América Latina ante el 2015, donde sostenía que es una estrella en ascenso dentro de la economía global a pesar de que los expertos y los organismos internacionales han revisado a la baja sus previsiones de crecimiento, debido a que sufre una suave pero persistente desaceleración, lo que hace posible que se encuentre en la llamada: trampa del ingreso medio.
Pues bien, también la economía mundial, puede que se encuentre en la trampa llamada estancamiento secular, que confiere unas perspectivas no demasiado despejadas. Las perspectivas de la economía mundial según el FMI (octubre), no se encuentran demasiado despejadas, y por tanto, puede que avancemos sin saberlo hacia el estancamiento secular. El estancamiento secular no es una idea nueva. Fue presentada por Alvin Hansen (discípulo de Keynes), en la dura década de 1930. Hansen pensaba que una desaceleración del crecimiento de la población y del progreso tecnológico reduciría las oportunidades de inversión. Los ahorros entonces se acumularían sin consumir y el crecimiento se desplomaría a menos que los Gobiernos estimularan la demanda. Pero tras el auge económico del período de oro del capitalismo (1945-1973), el interés por la idea disminuyó. Ahora ha resurgido debido en gran parte a Larry Summers y su impactante discurso en el foro económico del FMI (14-11-2013), donde sugirió que el mundo rico podría estar sufriendo de estancamiento secular. A pesar de que las burbujas de activos se inflaron antes de la crisis financiera, el crecimiento de las economías ricas fue poco vertiginoso, lo que sugiere una falta de oportunidades de inversión productiva. Y hay una serie de razones para pensar que desde entonces se ha vuelto más difícil vigorizar el crecimiento. Cinco años después del gran pánico financiero del 2008 y a pesar de que ha desaparecido y los mercados financieros se han restablecido, no existe evidencia de una recuperación sólida del crecimiento en Occidente, dice Summer.
Si nadie lo remedia, pronto nos encontraremos al filo de la deflación y con probabilidad de que se instale entre nosotros el estancamiento secular de la economía a nivel mundial. Avanzamos hacia una década perdida durante la cual el crecimiento no vendrá impulsado por la fortaleza de la productividad, ni de la innovación (muchos economistas norteamericanos hablan incluso de la muerte de la innovación) ni de la economía real, sino por estímulos monetarios artificiales inducidos por políticas extremadamente laxas que alimentarían nuevas burbujas en los mercados de activos financieros y reales. Delante de una distinguida audiencia, con personas de la talla de Ben Bernanke o Martin Feldstein, sus ideas fueron recogidas con gran interés por la comunidad de académicos y analistas, así como por el premio Nobel Paul Krugman, quien, desde hacía algún tiempo presentaba una tesis muy similar desde su blog en el New York Times.
El estancamiento secular o bajo crecimiento en el largo plazo en EEUU y en Europa especialmente dentro de la zona euro, se produce porque desde el estallido de la gran burbuja financiera en 2008, el ahorro y la inversión sólo consiguen igualarse a tipos de interés, nominales o reales, cero o negativos. Summers y Krugman llegan a estas conclusiones. El punto de partida del argumento de Summers es pragmático. "Dado que los flujos financieros representan ahora las interconexiones esenciales para el funcionamiento del sistema económico mundial, el colapso de las finanzas en 2008 ha llevado a una parálisis sustancial del sistema. Es un poco como si, en un sistema urbano repentinamente desapareciera el 80 por ciento de la corriente eléctrica y todas las actividades quedaran paralizadas. Sin embargo, cuando regresa se podría esperar una recuperación de la actividad económica a niveles iguales o superiores a los anteriores a la crisis. Pero esta recuperación no se produjo".
¿Cómo se explica esta decepcionante reacción? Según Summers y Krugman, las transformaciones estructurales del sistema han llevado a la tasa natural de interés, es decir, la tasa que mantiene en equilibrio los mercados financieros y asegura condiciones cercanas al pleno empleo, a ser permanentemente negativa.
Así que, ¿cómo conciliar burbujas financieras con una economía que no muestra signos de presiones inflacionarias? La respuesta de Summers, es que nos encontramos en una economía que necesita las burbujas para conseguir acercarse al pleno empleo, y que en ausencia de éstas, la economía tiene una tasa natural negativa de interés y por tanto se aleja del pleno empleo. A los efectos, nos dice que, para convencer a las empresas que inviertan lo suficiente como para garantizar el pleno empleo, no sólo deben obtener dinero a costo cero, sino también asegurarse de que pueden obtener menores riesgos respecto a los financiamientos proporcionados. En definitiva propone elegir entre crecimiento mínimo o burbujas.
Si descartamos las burbujas, entonces, cómo se produce el crecimiento si las empresas no cuentan con los incentivos económicos ajustados al riesgo y la rentabilidad necesaria para invertir y crear pleno empleo. Les corresponde a las tecnologías de la información y comunicación resolver el atasco del crecimiento elevando la productividad total de los factores de producción. Lo cierto es, que las medidas adoptadas hasta el momento para salir de la crisis, encierran soluciones inconexas, incompletas e imperfectas. Como lo expresado por Darwin respecto al gradualismo de la teoría del equilibrio puntuado de Stephen Jay Gould y Niles Eldredge: es como un libro que sólo le quedan escasas páginas, pocas líneas por página, pocas palabras por línea y pocas letras por palabra.
Emulando al matemático Andrew Wiles, quien después de 358 años resolvió el enigmático teorema de Fermat, necesitamos un economista que resuelva definitivamente el teorema de las crisis de La Gran Recesión.