Opinión

La recuperación amenazada

El riesgo de recaer en recesión es muy bajo, pero el camino de la reactivación es largo y tortuoso.

En 2008, cuando cayó Lehman Brothers, muchos pensaron que entrábamos en una crisis como las anteriores, quizá dos o tres años, antes de que las cosas volvieran a funcionar como antes. Zapatero tardó meses en reconocer las dificultades. En 2010, ante los primeros signos de recuperación, lanzó a la entonces vicepresidenta y ministra de Economía, Elena Salgado, a anunciar unos brotes verdes que jamás cuajaron. El presidente Mariano Rajoy también se pasó los últimos meses proclamando una mejora de la economía, que está más en las cuentas de resultados de las grandes empresas que en la realidad cotidiana de millones de ciudadanos. ¿Cuándo se va a recuperar la economía?, ¿las cosas jamás volverán a ser como antes?

Echemos primero un vistazo a Estados Unidos, que fue el primero en sanear sus bancos y en poner en marcha los programas de inyecciones masivas de dinero, conocidos como Quantitive Easing (QE). La Reserva Federal (Fed), el banco central de EEUU, comenzó a bajar los tipos hasta cero y luego compró deuda con garantía hipotecaria. Los mismos pasos que está siguiendo un lustro después el Banco Central Europeo (BCE).

En el verano de 2010, el presidente de la Fed, Ben Bernanke, reunió a un grupo escogido de miembros del Comité de Mercado Abierto, encargado de tomar las decisiones sobre política monetaria, porque existía el riesgo de una recaída en la recesión. Fue lo que pasó en España con la temida doble V. Bernanke contraatacó con la emisión masiva de dólares, el denominado QE2, para evitar que se produjera una contracción de la oferta monetaria.

Bernanke, un profesor de la Universidad de Princeton, estudioso de la Gran Depresión, había llegado a la conclusión de que cuando se produce una gran crisis, la gente y las empresas atesoran la mayor cantidad posible de dólares por si empeora el panorama en lugar de gastarlos, lo que restringe el dinero en circulación. Por eso, no basta con reducir los tipos de interés, además hay que ampliar la oferta de dólares en manos del público.

La Fed había logrado que las grandes empresas tuvieran acceso al crédito y se sentaran sobre montañas de dólares, como ocurre en Europa. Pero los ciudadanos no tenían para destinar dinero al consumo. Han tenido que pasar cuatro largos años para que la economía americana crezca a ritmos saludables.

¿En qué punto se encuentra Europa? Más o menos en la misma situación que EEUU en 2010, con riesgo de recaer en la crisis. Con el agravante de que la banca europea, seis años después de la caída de Lehman Brothers, aún no está completamente sana, lo que merma la financiación, a lo que se suma el hecho de que las decisiones sobre política monetaria en Europa son menos ágiles porque se toman por consenso de los 18 miembros del euro y cuentan con el contrapeso de Alemania.

El presidente del BCE, Mario Draghi, pondrá en marcha este mes la siguiente fase, la compra de deuda corporativa y quizá hasta de deuda pública en el mercado secundario, con los nuevos euros que ordene imprimir desde Francfort, aunque de momento no ha concretado ni la cantidad ni el mecanismo de ejecución.

El camino de la recuperación va a ser tan largo y tortuoso como el recorrido por EEUU o peor aún, porque Europa debe mantener la austeridad fiscal, como recuerda cada vez que tiene ocasión Angela Merkel, y apenas cuenta con recursos para invertir. Francia e Italia, la segunda y tercera economías del euro, tienen pendientes el afrontar importantes reformas, que pueden mermar su crecimiento.

¿Cómo está la economía española? Es la más dinámica del euro, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), pero su ritmo está supeditado al resto de Europa, ya que es el destino de casi el 70 por ciento de las exportaciones. El Gobierno prevé que se crezca el 1,3 por ciento este año y el 2 por ciento el que viene, gracias al impulso de la rebaja de impuestos. Pero la creación de empleo será insuficiente para que la tasa de paro caiga del 20 por ciento y el consumo, que debería relevar como palanca al sector exterior, crecerá a tasas de sólo el 2 por ciento.

España es, además, un país muy vulnerable a cualquier tensión que propicie un alza del precio del dinero, ya que la partida de los intereses de la deuda es de las mayores del Presupuesto, más de 35.000 millones. La pujanza del movimiento independentista catalán, si Rajoy no ofrece pronto una salida negociada, puede disparar la prima de riesgo.

El FMI sitúa a España junto a Grecia como los dos países con posibilidades de sufrir una "japonización", es decir tasas de actividad bajas con precios casi estancados. Las reformas que se precisan aún para recuperar la velocidad de crucero se detendrán si el Gobierno pierde la mayoría absoluta en las legislativas, como parece probable.

En América Latina se denomina como la década perdida a los ochenta, porque la deuda aplastó el crecimiento. España puede entrar en un proceso similar ante la ausencia de un ajuste en profundidad de la administración.

El riesgo de caer en una tercera recesión, como aventuran algunos, es bajo. Pero demasiadas amenazas acechan la recuperación.

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