
Después de más de seis años ya de un enorme crack económico en el mundo, el más importante desde la gran depresión del 29, parece que empieza a cundir una cierta opinión o sensación de que ahora sí estamos viendo la luz al final del túnel; no se quiere ni mencionar la expresión de brotes verdes.
España parece de los países que por fin cierra la herida y es puesto por muchas instituciones como ejemplo esperanzador del fin del crack. El Gobierno es el primero en hacer publicidad de los datos y sembrar la esperanza; también el más interesado, máxime si tenemos en cuenta que estamos en vísperas de una cita con las urnas.
Comienzan a verse las primeras casas de análisis o centros de estudios que comienzan a desviar las previsiones de crecimiento al alza para España. Se habla ya, por fin, de aumento neto del empleo. También de una apertura muy gradual del crédito hacia empresas y familias. Se cita la prima de riesgo como ejemplo de mejora.
Parece pues que sí, que existen indicadores que avalan esta cierta salida del fin de la recesión, algo que desde mi punto de vista es más preciso, pues crisis queda para mucho tiempo. Hoy mismo las perspectivas sociales que prevemos son tristes y desoladoras, si además estimamos cuando lo va a notar la población, la tristeza o el pesimismo inundaría el debate.
Sin embargo, en general, nadie, o yo no lo percibo, parece interesado en cuestionarse si realmente es una salida con una base sólida o por el contrario estamos tan solo ante un respiro y en el futuro volveremos a ver nuevas caídas de la actividad, nuevos rebrotes de recesión. ¿Hemos cerrado definitivamente la recesión económica? ¿Ese posible cierre se asienta en bases sólidas? Llevo mucho tiempo dando vueltas a esta cuestión y no lo veo nada claro, en este debate alguien nos está usurpando algo básico: la deuda acumulada.
El problema de la deuda
Conviene recordar que lo vivido ha sido fruto del enorme crecimiento del crédito registrado hasta el año 2008. El crack hay que etiquetarlo como una recesión de balances, no como un mero ciclo económico de contracción de la demanda tradicional. ¿Qué ha ocurrido entonces con el crédito desde el inicio? Pues que lejos de bajar, ha aumentado. Desde el año 2008 el endeudamiento privado se ha multiplicado por cinco, supone ya un 370% del PIB. La cifra del endeudamiento global de nuestra economía es todavía peor si tenemos en cuenta que estamos rozando el cien por cien de deuda pública sobre el PIB.
El importante alza del endeudamiento público es fruto de un gasto desbocado, por una parte, y de la absorción de la deuda privada por parte del Estado para salvar, principalmente, al sector financiero, por otra. Con estos datos y como más de una opinión que se viene recogiendo en estas páginas y en otros foros, la deuda acumulada es impagable. Digámoslo si cabe con más claridad: no se puede pagar lo que se debe.
La recuperación no tiene una base sólida de salida porque no se ha solucionado el principal problema, el nivel de endeudamiento de la economía, el foco del problema ha empeorado aumentando aún más. Para que esta salida de la crisis no fuera en falso se tenía que haber llevado a cabo decisiones sobre quitas, refinanciaciones, medidas que aligeraran el grave problema. Esas y no otras son las medidas que hubieran facilitado que el crédito a las empresas y familias que pueden pagar, que tienen deudas o niveles de endeudamiento aún viables, hubiera llegado.
La ausencia de esas medidas son las que propician que el crédito haya ahogado el crecimiento, lo haya retrasada y además rebaje considerablemente la tasa de crecimiento. Las medidas tomadas son las que las élites y sectores más protegidos han demandado para proteger sus intereses, no las que había que haber tomado en aras de la ciudadanía.
No es una análisis apresurado y pesimista el de que tenemos un problema porque no se pueda pagar la deuda acumulada, vamos con datos. Me centro para ello en los de morosidad hipotecaria, aquel crédito que era considerado el de mayor resistencia al impago, el que pone negro sobre blanco que no se puede pagar el crédito acumulado. En 2012 los impagos en hipotecas a los siete bancos que cotizan en el Ibex era del 4,5 por ciento; ascendió en un año, diciembre de 2013, al 6,5 por ciento, cifra que está falseada porque muchos bancos han aceptado la dación en pago como forma de no contabilizar más incremento de la morosidad. El dato real sobrepasa el 10 por ciento, sin trampear. La cifra de este tipo de mora para la totalidad del sector es del 5,36%.
En ningún momento se ha frenado la sangría de la morosidad bancaria, aún cuando un hipotecado responde con todos sus bienes. La morosidad de las deudas sobre la vivienda son las que llegan siempre más tarde. La subida tremenda de la morosidad hipotecaria se basa en no haber reconocido el problema e intentar solucionarlo. Muchos de estos impagos corresponden a las suicidas refinanciaciones que la banca llevó a cabo durante el periodo 2008-2009, los primeros años de la crisis, crisis que insisto es por el nivel de endeudamiento acumulado y que parece se olvida. Por cierto refinanciaciones que se han realizado en muchos casos por un importe superior al de la vivienda que se refinanciaba.
La aparente o posible salida tiene los pies de barro, es muy endeble porque no se ha solucionado el grave problema: el nivel de endeudamiento insostenible en el que nos encontramos. Otro día hablaremos del Real Decreto recién aprobado sobre medidas concursales.
Miguel A. Bernal Alonso, profesor y coordinador del departamento de investigación del IEB.