Opinión

La guerra sucia de Pemex en Repsol

Pemex intentó comprar a Sacyr o a Slim vía Argentina y presiona a Rajoy con Navantia.

Que España tiene un indudable atractivo para la inversión extranjera en estos momentos es algo que salta a la vista. No hay más que echar un vistazo a la lista de compras de sociedades en las últimas semanas. Que México es un país con una estrecha relación es también obvio.

Pero el signo de los tiempos cambia. Si antes fueron grandes grupos españoles los que realizaron adquisiciones allende los mares, ahora es al revés. Bancomer, propiedad de BBVA, es la primera entidad mexicana. En las últimas semanas, David Martínez, de Fintech, tomó el 5 por ciento del Sabadell y el grupo alimentario Sigma se alió con Pedro Ballvé para tener el control de la cárnica Campofrío. Con anterioridad, Carlos Slim firmó una alianza con La Caixa para facilitar el crecimiento del banco en su país.

Otra historia muy diferente es la de Pemex. La petrolera mexicana está presente en el accionariado de Repsol desde la década de los noventa. Siempre fue un socio estable. Pero desde que Sacyr puso en venta su participación inicial del 20 por ciento, y La Caixa -el otro socio de referencia con alrededor de 12 por ciento-, declaró la inversión como no estratégica, Pemex puja por tener un papel más activo en su gestión. La posterior expropiación de YPF debilitó a Repsol y reactivó las guerras entre sus accionistas.

Fue el expresidente de Sacyr, Luis del Rivero, quien despertó la ambición de Pemex por controlar Repsol. La aventura fracasó porque Zapatero no podía permitirse que la petrolera perdiera el DNI español después de que Endesa cayera en manos de la italiana Enel por culpa de sus manejos políticos. El exministro de Industria, Miguel Sebastián, pese a su marchamo liberal, apoyó primero a Del Rivero en su propósito de quedarse con el BBVA y luego con Repsol.

El cambio de gobierno del mexicano Calderón por Peña Nieto hacía pensar que Pemex desistiría en su empeño. Pero las declaraciones del director general de la petrolera mexicana, Emilio Lozoya, pronto mostraron que no es así. Lozoya es una de las personas del círculo íntimo del presidente de la República, lo que hace pensar que cuenta con su respaldo.

Sin embargo, en la reciente cumbre iberoamericana celebrada en Panamá, Rajoy celebró una larga entrevista con Peña Nieto, en la que éste ni siquiera mencionó el asunto. El presidente había preparado una artillería de argumentos en defensa de Repsol, pero no tuvo oportunidad de utilizarlos.

Lozoya sí manifestó sus quejas al ministro de Industria, José Manuel Soria, la semana pasada sobre la retribución de Brufau y el retorno para los accionistas. Pero éste dejó clara su posición y le reprochó la connivencia con la argentina YPF. Ni siquiera la sucia maniobra de ligar el conflicto al contrato dado por Pemex a los astilleros de Navantia por unos 300 millones parecen hacer mella en el ánimo del Gobierno español. El presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo, criticó esta semana a Navantia; un modo de preparar el terreno para culparla cuando pierda el contrato de los floteles. Por eso quizá, su presidente, José Manuel Revuelta, intenta a la desesperada obtener una compensación en unos metaneros de Gas Natural.

La maniobras de Pemex no terminan aquí. También habría tentado a Manuel Manrique, presidente de Sacyr, con suculentos contratos de infraestructuras en México si cambia el voto a su favor. El nuevo ministro de Economía argentino, Axel Kicillof, se estrenó exigiendo la salida de los representantes de Repsol en YPF para redoblar la presión sobre la multinacional española en vísperas del consejo de miércoles, en el que Pemex probablemente plantee romper su alianza con la petrolera.

Los autoridades argentinas, aliadas de Pemex, presionan al magnate mexicano Carlos Slim para que se convierta en el brazo inversor que les ayude a abrir las puertas de la empresa española. Slim obtendría a cambio de comprar el 10 por ciento un trato privilegiado para el despliegue de su telefónica, América Móvil, en Argentina.

Tras el fracaso en la búsqueda de aliados entre los socios de Repsol, a Lozoya sólo le queda el fondo de Singapur Temasek o convencer al resto de fondos internacionales, que ostentan alrededor del 60 por ciento de la petrolera. Pero el 96 por ciento de estos aprobó su gestión en la Junta.

La negativa tanto de Manrique como del presidente de La Caixa, Isidro Fainé, son un sólido parapeto frente a Pemex. Todo el mundo sospecha de los oscuros intereses de una compañía, que arroja pérdidas anuales de 5.000 millones y que buscaría quedarse por un precio módico con el exitoso negocio de exploración de Repsol, que permite mantener viento en popa a la petrolera después de perder casi la mitad de sus reservas con la expropiación argentina. Pero el mayor mérito en esta ocasión es de la férrea defensa del Gobierno español. Felicitaciones. Así se defienden los intereses españoles.

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