Las primeras luces que alumbran una posible recuperación comienzan a aparecer en el horizonte.
España entera vive conmocionada por el accidente del Alvia Madrid-Santiago. La comparecencia de Rajoy la próxima semana o la trama de conspiración Bárcenas-Pedro J. ha pasado de repente a un segundo plano. La hipótesis más probable apunta a un error humano. Pero aunque así fuere, quedan muchas preguntas en el aire que nos dejan una impresión de provisionalidad sobre uno de los medios de transporte, el tren, considerado como de los más seguros.
Todos nos preguntamos si los maquinistas de Renfe, con fama secular por la falta de accidentes, no pasan test psicológicos; cómo es que nadie reparó hasta ahora en la conducción temeraria de un operario, que se dice que presumía en las redes sociales de saltarse los radares. Pero no son menos las dudas técnicas. Por qué no existe un sistema de detección de velocidad excesiva con espacio suficiente para frenar antes de la dichosa curva de entrada a la ciudad de Santiago. Por qué no se puso en funcionamiento el freno de emergencia. En España existen otras vías parecidas a las de Santiago, que tendrán que ser revisadas en un futuro.
El siniestro puede propinar un golpe mortal a la tan traída y llevada Marca España. El ministro de Exteriores, José Manuel García Margallo, hace hincapié en la tecnología punta en ferrocarril para vender nuestras excelencias en el exterior. El Alvia accidentado sólo utilizaba alta velocidad en algunos tramos, pero la ceremonia de la confusión está servida.
El primer damnificado puede ser el proyecto de Ave en Brasil. El pliego del contrato exige al fabricante, en este caso Talgo, un expediente limpio de accidentes durante los cinco años anteriores. Las autoridades tendrán que esforzarse en explicar las causas de este siniestro, para evitar que el flamenco siga siendo la imagen que mejor nos identifica en el exterior.
La peor parte es para las víctimas. Woody Allen solía decir, "no tengo miedo a la muerte, pero prefiero no estar allí cuando ocurra". Eso es lo que me hubiera gustado a mí. Que mi buen amigo Enrique Beotas jamás se hubiera subido a ese maldito tren. Su recuerdo invade mi pensamiento. Beotas es una de las mejores personas que he conocido, siempre dispuesto a echarte una mano o a sacarte de un apuro.
Viajaba a Galicia para celebrar el día grande de las fiestas patronales de Santiago. Fundó la Sexta Provincia, una especie de Isla Barataria como la de Don Quijote, en la que habitan los gallegos ilustres. Desde pintores, escritores o intelectuales hasta el mismísimo presidente la Xunta, Alberto Núñez Feijóo o la ministra de Fomento, Ana Pastor.
Beotas solía decir que los gallegos nacen donde quieren, como los de Bilbao, porque él era de Ávila. Núñez Feijóo le reprochaba su falta de gallegueidad para tocarle la moral. Y él replicaba que lo importante no es dónde se nace sino dónde se muere. Fue profeta de su destino. Su voz podrá oírse hoy por última vez en La Rebotica, el programa socio sanitario que pasea desde hace décadas por varias cadenas de radio españolas.
Beotas es en parte responsable de que escriba y dirija elEconomista, ya que cuando le dije que quería marcharme de La Razón, corrió a presentarme a Alfonso de Salas, que andaba en busca de profesionales para fundar este proyecto. Hace poco se burlaba de mí porque pasé escribiendo mi artículo semanal casi todo el tiempo del viaje a uno de los actos que organizaba por media España. Jamás pude pensar que unos meses después dedicaría este mismo espacio a su memoria. Un gran abrazo, amigo. Siempre vivirás en los recuerdos de lo que te queremos.
Por lo demás, la comparecencia de Rajoy el próximo jueves en el Congreso marcará el final de la agenda política y económica de la temporada. El presidente quiere aprovechar para hacer un balance de su gestión al frente del Gobierno. Como dijo en su reciente visita a la fábrica de General Motors en Zaragoza para inaugurar un nuevo modelo arrebatado a Corea del Sur, "estas son las cosas que importan". Las primeras luces que alumbran una posible recuperación comienzan a aparecer en el horizonte, como informa hoy elEconomista. Rajoy eligió la fecha, el 1 de agosto, en amortiguar el impacto en la opinión pública. Además, comparece una semana después de que la Encuesta de Población Activa (EPA) muestre por primera vez una fuerte creación de empleo y de que el Banco de España redujera al -0,1 por ciento la caída del Producto Interior Bruto (PIB) en el segundo trimestre o de que Economía anunciara un crecimiento récord de las exportaciones y un superávit por cuenta corriente a finales de año.
Además, se presentará como el Gobierno más reformista de la democracia. Ayer se aprobó la reforma de la Administración local, que sigue a la eléctrica, a la de la Administración Pública o a la financiera, entre las más importantes. La pena es que en lo que toca a la Administración central y autonómica, generalmente en manos del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, sólo recoge cambios cosméticos sin efectos prácticos.
Por otro lado, las acusaciones de Bárcenas se desinflan, los recibís no aparecen por ninguna parte y el temor de Moncloa a que aparezca alguna grabación comprometida para el presidente es cada vez más improbable. Con todo, creo que Rajoy sólo pasará la reválida si es contundente en negar el cobro de los sobresueldos. Si lo consigue, habrá apuntalado la recuperación económica.