Opinión

Alemania y los fondos de rescate

Merkel

Diferir la petición de rescate sólo se justifica si el motivo es determinar el tipo de interés.

La tremenda crisis que asuela Europa y que se ha cebado con una serie de economías llevó a los países del área, por solidaridad, a dotarse de instrumentos que proveyeran de fondos de ayuda a los países con problemas, previa petición. En abril de 2010, todavía sin herramientas, Grecia pedía ayuda. Mediante préstamos bilaterales de los países euro se le concedieron 80.000 millones más otros 30.000 millones del FMI. Grecia era el primero, pero, había unanimidad, habría más casos.

En mayo de 2010 se creó un instrumento provisional para canalizar la ayuda que se hizo llegar al país rescatado de acuerdo a un calendario y un desembolso principal. Este instrumento es el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF). La ayuda concedida tiene una carga financiera -tipo de interés, devoluciones- y una carga económica, el memorando de entendimiento (MoU, por sus siglas en inglés). Este documento recoge las medidas económicas, presupuestarias, fiscales e incluso sociales que el país ayudado debe implementar. Establece detalladamente la información y fechas para su envío. Pero es un mecanismo provisional -punto flaco en una crisis larga y con ramificaciones-, con unos fondos suficientes para economías pequeñas, pero insuficientes para España o Italia, cuarta y tercera economía del euro. Del FEEF ha salido ayuda para Grecia, Irlanda y Portugal, además de los 100.000 millones para la banca española; está en marcha un rescate para Chipre, y posiblemente fondos adicionales para nosotros. La existencia del MoU, las condiciones del rescate, incomoda a los políticos nacionales, que ven mermada su capacidad de actuación, además de tener que llevar a cabo medidas impopulares, a veces en contra de los programas que los auparon al poder.

Ante la provisionalidad del FEEF, Europa creó un nuevo programa de ayuda -el Mecanismo de Estabilidad Europea (MEDE)- que ya debería estar vigente y que después de la sentencia del Tribunal Constitucional alemán tendremos totalmente operativo en breve. Este fondo ya es un instrumento permanente, con una renovada capacidad de financiación de 500.000 millones. La ayuda del MEDE incrementa la deuda pública del país y tiene prelación sobre el resto de la deuda, dos puntos muy criticados; pero permite acceder inmediatamente a cantidades notables de recursos a unos tipos inferiores. Con ello se intenta evitar problemas como los vividos durante junio y julio: dificultad de emisión y encarecimiento antinatura de los diferenciales de tipos entre países del área euro, además de ser un freno al circulo vicioso; deuda, entidades bancarias. Otra fuente de revuelo, véase España, es que en caso de problemas bancarios, los primeros en asumir las pérdidas serán accionistas, los tenedores de preferentes y deuda subordinada. Europa intenta trasladar el menor coste posible a los contribuyentes de la UE, por lo que los activos financieros de mayor riesgo emitidos por el banco intervenido recogerán el mayor impacto de la mala situación de la entidad.

Desbrozados los mecanismos conviene señalar el papel de Alemania, que está siendo zarandeada por la opinión pública y algunos medios en casi todos los países rescatados. Alemania es el ancla del euro y el principal sustento del BCE. Es la economía europea en la que, después de haberlo pasado muy mal, nos miramos todos, especialmente en su capacidad exportadora, como modelo al que tender y para instrumentar y modificar nuestro dañado mercado laboral. Tratamos de copiar su sistema educativo. Pero sobre todo es el país que más dinero pone en la sangría provocada por la crisis. Alemania no es ningún monstruo, tan solo pide disciplina y claridad, que los estados ajusten sus gastos a niveles de ingresos compatibles, déficit del 3 por ciento.

En el caso español, no puede tolerar las sorpresas que ha habido en las cuentas bancarias y en la de las comunidades autónomas. Angela Merkel repite que no quiere la ruptura del euro, ni la salida de ningún país, ni abandonar a los países con problemas. También Holanda en las recientes elecciones ha votado mayoritariamente por la unión monetaria. La mayoría de centroeuropeos y finlandeses están convencidos del paso que se está dando, pero están escaldados de sorpresas. Efectivamente son rígidos pero reconocen los esfuerzos, tal como se ha visto en Portugal donde la línea de ayuda se ha prorrogado o en España,donde han elevado el tope de déficit para este año.

Podríamos debatir sobre el grado de culpabilidad de Alemania en la actual crisis, también sobre el carácter contractivo en primera instancia de los programas instrumentados, pero la solución no es volver a la peseta. Con ello, desaparecería la clase media, nos metería en una inflación que reduciría nuestra capacidad de compra a niveles de pobreza pues, somos un país tremendamente importador de materia prima, y podría agravar y mucho el cisma independentista. Intentemos comprender a las personas que nos ayudan. Cuanto más se dilate la petición de ayuda, peor -si la dilación es para ver el tipo de interés bien, si es por cuestión electoral mal-.

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