Opinión

Rajoy en estado puro o el discurso de un presidente sin nada que decir

El presidente de Gobierno, Mariano Rajoy. Foto: Archivo

Defraudó. Una vez más Mariano Rajoy no estuvo a la altura y justo en el día en el que el Gobierno español formaliza la petición del rescate financiero -sí, señor Presidente es un rescate-, y cuando los mercados vuelven a ensañarse con España, el jefe del Ejecutivo se permite el lujo de hablar durante media hora ante la elite del empresariado nacional sin decir absolutamente nada. Ni del otro mundo (el de Bruselas) ni de este.

Nada de nada, salvo tópicos, obviedades y autoalabanzas a su gestión para, probablemente ante la cara de estupor del auditorio, iluminarnos con los "milagros" económicos del primer Gobierno de José María Aznar.

Y ésta, que es una opinión personal de este cronista, era también el sentir generalizado de los empresarios asistentes a la Asamblea Nacional de CEOE, que demandaban explicaciones y respuestas y que se fueron como habían llegado, con las manos en los bolsillos y todavía un poco más decepcionados.

Porque nuestro presidente del Gobierno será profundamente liberal en lo ideológico, pero se empeña en demostrar que en la praxis es un discípulo aventajado de dos renombrados socialistas: del profesor Tierno Galván, por aquello de que los programas se hacen para no cumplirlos; y de su antecesor, Felipe González, el hombre que embelesaba al Parlamento con una elocuencia espléndida en la forma, pero a la que sólo algunas veces se encontraba fondo.

Y eso que ayer Juan Rosell, el líder de la CEOE, se lo puso fácil con un discurso tan valiente como pleno de propuestas y demandas. Pero ni por esas. Rajoy a lo suyo, a lamentar el tiempo perdido por los gobiernos del PSOE, a ilustrarnos sobre cómo las turbulencias forman parte de la salida de la crisis, aunque sin decirnos como se sale, y a acordarse, sólo al final y de pasada, de que nos está preparando nuevos sacrificios.

Eso sí, sin atreverse a contar cómo y de qué manera tiene previsto seguir clavando rejones a los ciudadanos. Porque a ellos, a los políticos y a los responsables de la ruina de unas Cajas de Ahorro politizadas, ni tocarlos. Y les puedo prometer y prometo que esto último, aunque no lo dijo, sí se lo entendimos todos.

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