Opinión

Guárdame de los amigos...

Tal vez llegue un momento en que en España se acometa una reforma financiera definitiva. Esa que suponga el saneamiento último de las entidades, cueste al Estado poco, mucho o nada, y las deje de una vez libre de sospechas en los mercados internacionales, con capacidad para financiarse por sus propios medios y, sobre todo, en disposición de dar suficiente crédito para contribuir a la recuperación económica.

El movimiento en Bankia, por lo pronto, confirma el rotundo fracaso de la última, la primera del Gobierno de Rajoy, hecha más para lavar la cara ante ese ente invisible, difuso y temido, que es el mercado, que de atacar el problema de raíz.

Si hubiera sido cierto el anuncio, el mismo que el gobernador del Banco de España hizo en meses precedentes fallando estrepitosamente en el pronóstico en no menos de tres ocasiones, de que el Real Decreto 2/2012 era la solución final, no se hubiera llegado a poner contra las cuerdas, entre todos, a una entidad que hizo todos los esfuerzos para cumplir las cambiantes exigencias de las distintas autoridades.

No se quiso hacer entonces un 'banco malo', algo que, además de numerosos expertos, consultoras y bancos de inversión, recomendaba Rodrigo Rato, y se conformó Economía, ante la oposición de otros ministerios, con un parche consistente en elevar exigencias de capital y provisiones, que es algo así como dar, ante la inutilidad de la medicina empleada en años anteriores, servir al enfermo otra dosis del mismo fármaco.

Y ahora, dos meses después, el Gobierno se apresura, ante la presión de Bruselas y del FMI, de aprobar a regañadientes el 'banco malo', pero no antes de señalar a Bankia como una entidad que bordea el abismo y lastra al resto del sector. Y es que el Gobierno, y en particular Economía, no ha dejado margen a Rodrigo Rato para enderezar una nave que ya se encontró deteriorada, cuando en enero de 2010 accedió a la presidencia de Caja Madrid.

Empezó su andadura imponiendo al saliente Miguel Blesa un duro ejercicio de saneamiento y dotando de una transparencia que no tenía precedentes en la entidad. Caja Madrid, poco después, tuvo que actuar de 'banco escoba' y 'tragar' con la fusión de cinco pequeñas entidades y Bancaja que, a pesar del criterio y las presiones del Banco de España, elevaba considerablemente las dudas sobre la viabilidad de todo el grupo. Pero ya se sabe, el "caballo grande ande o no ande" es la principal premisa sobre el que se construye los avances del sistema financiero.

Pero fue con la llegada del PP cuando empezaron a llover piedras sobre Bankia y, en particular, sobre Rato. El que fuera director gerente del FMI, vicepresidente económico con Aznar, rival de Rajoy en la sucesión y jefe de Guindos, se encontró, primero, con el rechazo al 'banco malo' que hubiera favorecido a Bankia, sí, pero también al resto del sistema. Después, cuando Economía consideró que los sueldos de los banqueros al frente de entidades rescatadas, se supone que por su deficiente gestión, debían estar limitados, Rato fue uno de los pocos a los que alcanzó la norma, a pesar de haber aterrizado en 2010.

Para rematar el disparate, a las puertas de aprobar el 'banco malo', que abre la vía para aislar la voluminosa exposición del grupo a los activos inmobiliarios, se fuerza la salida de Rato, no sea que alguien piense que el Gobierno da un trato de favor a 'los suyos'. Ahora vendrá, todo parece indicar que el próximo viernes, la última vuelta de tuerca con la creación de este instrumento y su posterior utilización por Bankia.

Un Gobierno soberano que cumple con celeridad los consejos del FMI de mejorar la gestión y fortalecer a la mayor entidad entre las que han recibido ayuda pública, como afirmaba el informe del organismo multilateral. Pero no todo está dicho, ni resuelto. No vale cualquier 'banco malo' o mejor dicho, cualquier 'desconsolidación'. De que se haga de forma razonable depende de que ésta sea, al fin, la última reforma.

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