Opinión

De la hiel a la miel en la periferia de la Unión Europea

El problema de la UE ya no es de solvencia, sino de crecimiento. A corto plazo, implica sufrir y se atisban ajustes fiscales.

El interrogante del primer acto del drama de la deuda de la eurozona era si cualquier país de la Unión Europea podría alguna vez llegar a ser insolvente. Terminó cuando la máxima autoridad de la UE, el Consejo Europeo, admitió oficialmente a finales de julio que Grecia sí precisa una reducción de sus obligaciones.

Pero ese reconocimiento de la realidad no pone fin a la obra. El segundo acto versa sobre la restauración de las perspectivas de crecimiento de la periferia de la Unión Europea, lo que planteará un desafío aún más difícil. El problema clave es simple: hasta 2008, estos países disfrutaron de un largo apogeo fundamentado en el crédito barato y abundante, lo que les permitió financiar grandes déficits por cuenta corriente. Pero cualquier auge de importaciones crea una impresión engañosa de la capacidad productiva de la economía local.

Imagine un país que aumenta sus importaciones de, por ejemplo, automóviles y otros bienes de consumo en un 10 por ciento de su Producto Interior Bruto inicial. Estos productos se venden a los consumidores locales a través de concesionarios de automóviles y de una cadena completa de comerciantes y minoristas. Todos estos intermediarios tienen costes que deben ser pagados por el consumidor local, lo que favorece las estadísticas del PIB nacional, ya que, técnicamente hablando, todos estos costes constituyen el valor agregado en servicios de intermediación. Un auge de las importaciones, por tanto, también conduce a un crecimiento más alto del PIB medido.

¿En qué medida es el crecimiento inducido del PIB proveniente de un mayor volumen de importaciones? El precio de venta suele ser más del doble del precio al por mayor pagado por el importador. Por lo tanto, el valor agregado local a las importaciones podría igualar, fácilmente, su valor. Esto implica que un alza de las importaciones de bienes de consumo equivalente al 10 por ciento del PIB podría generar también un aumento de alrededor del 10 por ciento en el PIB medido. Y lo contrario es también cierto: cuando acaba un auge de importaciones, el PIB debe disminuir considerablemente, ya que se necesita mucha menos intermediación. Esta caída, pese a ser una consecuencia natural de la disminución de las importaciones de bienes de consumo, a menudo se percibe erróneamente como algo que debe evitarse, ya que parece dar a entender que la producción está por debajo de su potencial.

En una economía totalmente flexible, se podría evitar esta caída del PIB -y el consiguiente aumento del desempleo- si los recursos anteriormente empleados en la venta de los bienes de consumo importados pudieran ser rápidamente utilizados para generar exportaciones. Sin embargo, los empleados de las tiendas minoristas y de los concesionarios de automóviles no pueden transformarse fácilmente en trabajadores especializados y altamente cualificados, que son los que se necesitan en la manufactura moderna. En el caso de Grecia y Portugal, por ejemplo, la industria del turismo podría absorber algunos trabajadores minoristas desempleados. Pero las tiendas y salas de exposición no pueden transformarse en atracciones turísticas, cuya capacidad seguiría siendo limitada hasta que transcurra el tiempo suficiente para construir nuevos hoteles, instalaciones recreativas, etc.

Teniendo en cuenta que Grecia tuvo un déficit por cuenta corriente cercano al 10 por ciento del PIB en 2010, parece que se necesita una reducción de los bienes de consumo importados de dicha magnitud antes de que se pueda estabilizar la deuda externa del país. Pero esto implicaría una nueva caída del PIB medido de aproximadamente el mismo porcentaje, y un aumento sustancial del desempleo. Incluso la economía más flexible del mundo tardaría años en cambiar una décima parte de todos sus factores de producción desde la distribución de importaciones a las actividades orientadas al mercado exterior.

El auge de las importaciones en Estados Unidos fue mucho menor que en la periferia de la UE, pero la reciente revisión a la baja del PIB de EEUU se puede ver a través de la misma lente. Un repunte de las importaciones sólo crea la ilusión de fortaleza económica.

¿Cuánto tiempo llevará el ajuste? La Alemania postunificación experimentó un aumento de las importaciones y la construcción similar al de la periferia de la Unión. Durante unos años, las importaciones crecieron rápidamente, y hasta 1995 se había desarrollado un déficit por cuenta corriente considerable. A Berlín le costó 10 años (hasta 2005) de crecimiento lento poder reducir la capacidad del sector de la construcción y ganar participación en el mercado para su industria de exportación. Sin embargo, Alemania no tenía que afrontar una deuda pendiente. Puede que los mercados financieros no den a la periferia de la eurozona tanto tiempo.

Los tres pequeños países bálticos pertenecientes a la Unión Europea ofrecen un modelo alternativo: desarrollaron déficits por cuenta corriente de más del 20 por ciento del Producto Interior Bruto durante el auge crediticio, y durante los tres últimos años han sufrido contracciones de dos dígitos en el PIB. Pero como ahora tienen superávits en sus cuentas corrientes, se han ajustado plenamente y podrán reanudar su crecimiento, aunque, naturalmente, a un ritmo mucho más lento que durante el auge.

¿Podría hacerse algo para acelerar el ajuste en la periferia de la eurozona? La receta oficial es abordar reformas estructurales. Sin embargo, durante un período de débil demanda interna, las reformas estructurales en realidad podrían exacerbar los problemas del corto plazo. La liberalización del mercado laboral permitiría que las empresas en el sector doméstico despidan a trabajadores con mayor rapidez, pero alen- taría muy poco a que las compañías exportadoras inviertan más y creen más puestos de trabajo, especialmente cuando el sistema bancario doméstico se encuentra bajo estrés y no puede proporcionar nuevos créditos. Además, el desempleo adicional conduciría a más gastos en bienestar social, lo que a su vez aumentaría la necesidad de realizar recortes en otras áreas o de elevar impuestos.

Los Gobiernos de la periferia de la eurozona, entre ellos los de España e Italia, se enfrentan a un dilema: deben emprender reformas estructurales para impulsar su crecimiento potencial a largo plazo, pero a costa de mayor dolor a corto. La crisis de la deuda terminará sólo cuando demuestren que han entendido esto y que han aceptado los sacrificios inevitables.

(Daniel Gros es Director del Centro de Estudios de Políticas Europeas)

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