Opinión

Alberto Bocchieri: Marchionne tira un 'muro de Berlín'

Acaban de hacerse públicos los resultados del Grupo Fiat: las ventas han subido un 12,3 por ciento hasta los 56.200 millones de euros; las pérdidas de 848 millones de 2009 se han convertido en un beneficio neto de 600 millones en 2010; el endeudamiento neto industrial se ha reducido a la mitad y la liquidez se ha elevado en 3.500 millones. En 2011, se prevé un incremento de las ventas del 23 por ciento. Son números que se comentan solos.

De forma simultánea, en Italia se ha convocado una huelga general de los metalmecánicos, dirigida principal, si no exclusivamente, contra el artífice máximo de estos resultados: Sergio Marchionne. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que Marchionne ha ganado democráticamente el pulso a los sindicatos, con el 54 por ciento de votos a favor, en el referéndum celebrado en la histórica fábrica turinesa de Mirafiori sobre el nuevo e innovador acuerdo laboral por él diseñado para hacer viable su proyecto Fiat-Chrysler y poder mantener una sólida base productiva en Italia.

Una revolución laboral

Este acuerdo representa mucho más que una revolución en el sistema italiano de relaciones laborales, tal y como lo han calificado, con razón, todos los medios de comunicación. Representa la caída del muro de Berlín sindical, ni más ni menos. Más flexibilidad a cambio de una participación en los beneficios es la clave del futuro. La derrota de la FIOM, el poderosísimo sindicato metalúrgico, el ala más radical del mayoritario sindicato de izquierdas CGIL, que convoca ahora la huelga, constituye un punto de inflexión de incalculable importancia para el futuro de las nuevas generaciones en Italia y de la competitividad del país. Marchionne demuestra que cambiar es posible y abre la vía a que acuerdos parecidos puedan ser imitados en otros contextos productivos.

El declive industrial de nuestro continente, frente a la pujanza de las grandes economías emergentes -donde, por cierto, Fiat tiene una envidiable presencia- quizás no es tan imparable como parece, si líderes visionarios con valor y carisma como Marchionne deciden oponerse a este destino.

Conviene recordar que en Italia el terreno de la legislación laboral y de las relaciones industriales y sindicales ha sido siempre un durísimo campo de batalla entre conservadores (los sindicatos) y reformistas. Un campo de batalla cuyo frente de combate, cuyas trincheras, han sido física y metafóricamente las verjas de la fábrica de Mirafiori en Turín. Sobre este terreno se han quedado, vilmente asesinados por los últimos coletazos del terrorismo de las Brigadas Rojas, economistas y laboralistas extraordinarios como Ezio Tarantelli, Massimo D'Antona o Marco Biagi. Todos ellos habían tenido la osadía de teorizar o proponer medidas de flexibilización del mercado del trabajo.

Sin esta referencia histórica no se puede entender plenamente el alcance de lo que ha conseguido Sergio Marchionne en Turín, ni la relevancia y la valentía de su hazaña.

"Me quito el sombrero..."

Este hombre que hoy es portada en todos los medios de comunicación del mundo era un perfecto desconocido cuando la familia Agnelli lo escogió para reflotar Fiat. Hoy es, con diferencia, el directivo mas valioso de la industria automovilística mundial y ha entrado de pleno derecho en el hall of fame del management mundial, a la altura de líderes cómo Lee Jacocca, Jeffry Immelt, Jack Welch o Carlos Ghosn. Ha demostrado unas insospechadas capacidades de gestión salvando a Fiat de una quiebra que parecía inevitable hace tan sólo cinco años, una visión y un liderazgo global con el rescate y la adquisición de Chrysler, un pensamiento estratégico con la separación entre Fiat Automóviles y Fiat Industrial. Y ahora hace gala de un tremendo coraje y un enorme compromiso con el futuro de su país.

Parafraseando al mítico Henry Ford, quien dijo un día "cuando veo pasar a un Alfa Romeo, me quito el sombrero", yo me descubro ante Sergio Marchionne.

Alberto Bocchieri es socio de Neumann International.

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