Los partidos políticos son la inevitable imperfección en la que se articula y opera el sistema democrático. Ni hay democracia interna ni otro interés que el particular.
Hemos pasado del mito de la dictadura del proletariado (a Dios gracias, fenecido) a la brutal realidad de la dictadura del secretariado (inamovible, indiscutible).
Votamos a diputados y senadores? una vez que han sido predeterminados por los Comités Electorales de cada grupo político, donde quien manda e impera es el secretario de Organización.
Es más que significativo que en todas las encuestas la casta-clase política aparezca en el tercer lugar de los problemas de la nación y no en el de las soluciones.
Y todo ello viene a cuento de nuestra desgraciadísima situación, en la que la unanimidad sobre la incapacidad del presidente José Luis Rodríguez Zapatero se hace palmaria día a día. Carece de toda credibilidad tanto dentro como fuera de nuestras fronteras y el país requiere un timonel con capacidad de gestionar el rumbo del barco en medio de la tormenta.
La lógica respuesta sería que el Partido Socialista le agradeciera los servicios prestados (es un decir) y presentara otro candidato capaz de tomar la responsabilidad donde hasta el día de hoy no existe sino la irresponsabilidad.
Pero para ello se precisa que ese partido (como todos los demás) tuviera un verdadero funcionamiento democrático.
La solución no son unas nuevas elecciones. No se trata de cambiar el partido en el Gobierno, sino de decir adiós a quienes nos están llevando al desastre desde hace varios años.
Lamentablemente, nuestros diputados (todos) carecen de otra opinión que la de quien les manda.
Y reconociendo que vamos directamente hacia el abismo, mantendrán su fidelidad perruna a quien deben su medio de vida.
Y no se juega con las cosas de comer.
Aunque signifique el hambre (el paro y el hundimiento económico) de todos los demás.
Javier Nart, abogado.